José Antonio Diego SEÚL
La selección de Corea llevó su lema «el orgullo de Asia» hasta las
semifinales de la Copa del Mundo, una gesta que jamás hubiera
imaginado, y cayó frente a una de las verdaderamente grandes,
Alemania, después de movilizar a un país de 48 millones de
habitantes en torno a un sueño.
La final de Yokohama no será posible porque Alemania, el quinto equipo europeo que encontraba en su camino, despertó de su sueño al equipo de Guus Hiddink, un semidiós que ha hecho héroes nacionales y famosos en todo el mundo a jugadores hasta hace 20 días desconocidos en el planeta del fútbol. Pese a la derrota por 1-0 frente a los alemanes, Hiddink y sus hombres seguirán siendo durante mucho tiempo idolatrados por 48 millones de coreanos cuyo orgullo nacional se fue hinchando como un globo a medida que el equipo iba consiguiendo hitos históricos.
Más admirado todavía que los jugadores, el técnico holandés Guus Hiddink está siendo agasajado allá por donde pasa. Una casa en la isla de Jeju para sus vacaciones, viajes gratis en primera clase en la compañía aérea coreana y, sobre todo, la admiración de aficionados, políticos y empresarios. Por si fuera poco ha sido nombrado Ciudadano de Honor de Corea del Sur. Su modelo de liderazgo, mezcla de disciplina, innovación, confianza, talante ofensivo y experiencia, está siendo estudiado por expertos en gestión de empresas para trasladarlo al campo de los negocios. Hiddink, de 55 años, es un semidiós en Corea.
El holandés se hizo cargo del equipo en enero de 2001 y tuvo que aplicar el bisturí para organizar un grupo caótico en el que los jugadores jóvenes tenían que utilizar largas fórmulas de cortesía para hablar con los veteranos en pleno partido y no osaban compartir su mesa en las comidas.