Carreras como las de ayer son las que hacen afición, enganchan y hacen que valga la pena pagar una entrada y soportar interminables atascos para seguir en directo un Gran Premio. El de Catalunya de 2009, el primero de Jorge Lorenzo en Montmeló en la era MotoGP, será recordado por el espectáculo que dieron los, hoy por hoy, mejores pilotos del planeta. Y por el imposible adelantamiento que se sacó de la chistera Il Dottore para demostrar quién es el ocho veces campeón del mundo. Fue en la última curva, la que da entrada a la larga recta de meta. El 46 había tanteado todas sus posibilidades, y salidos del estadio, era la única posibilidad a la que podía aferrarse para consumar su Vendetta arrebatarle la gloria al que, además de compañero de equipo, se ha convertido en su gran enemigo en la puja por un título que, como ayer, tiene de testigo y en segundo plano al australiano Casey Stoner, tercero y mero notario de la genialidad del 46.
Noventa y cinco milésimas le faltaron y un giro le sobró a Lorenzo para rubricar un fin de semana de antología. Es un segundo puesto que sabe a victoria, y por eso lo celebró como tenía esperado. Paseando la bandera del Barça que 'tuneó' su M1 y disparando un balón hacia la Tribuna G, el punto de encuentro de sus cada vez más incondicionales.
Precedentes del espectáculo de ayer los hay. No muchos, pero sí cercanos. Rossi fue protagonista del que nos queda más cerca. Fue hace poco menos de un año, en Laguna Seca, y esta vez con Stoner de coprotagonista. Eso sí, el de Ducati acabó desquiciado y paseando por la tierra.
Jorge fue más allá. Plantó cara al mejor de todos los tiempos y demostró que lo de ser campeón del mundo de MotoGP no es un farol. Lo ha hecho desde que el curso arrancó en Losail, y en el último mes se ha encargado de rubricar su candidatura.
Ahora, la carrera por la 'Torre de los Campeones' queda más igualada que nunca. Traspasado el primer tercio de la temporada, Rossi, Lorenzo y Stoner suman 106 puntos. Igualdad extrema, aunque las Yamaha parten con ventaja y dejan las coronas de marcas y equipos encarriladas ante la falta de alternativas (en Honda van por libre). Dovizioso (69) y Pedrosa (67) quedan ya demasiado lejos.
Los 88.502 espectadores que vibraron en Montmeló podrán presumir de haber vivido una de las carreras más excitantes en seis décadas de Mundial de velocidad. Y eso que las cosas empezaron de la mejor manera posible. La salida, ese particular de dolor de cabeza para Jorge, fue perfecta. Encaro la 'ese' en bajada por delante de Rossi y Stoner. Fue el preludio de un auténtico duelo de 'primeras espadas'.
Final de órdago
Rossi le reservaba más sorpresas a Jorge, y a tres vueltas para el final de la carrera, rebasaba al balear. En la siguiente vuelta, Lorenzo se la intentó devolver, pero Valentino no cayó en la trampa y apuró al máximo su frenada para dejarlo todo abierto de cara a un último giro en el que Lorenzo ofreció lo mejor de su repertorio para someter el más grande. Pero cuando todo parecía resuelto, en plena bajada y camino de la curva de derechas que da acceso a la línea de llegada, Rossi se inventó la 'pasada' que nadie podía imaginar. Su interior a Jorge resultó tan arriesgado como brillante como efectivo. Poco margen le quedó al mallorquín para responder a la penúltima genialidad de Valentino, que volvía a vencer en suelo español y se tomaba su particular revancha. Lorenzo llegaba a la meta a sólo 0,095 centésimas del italiano, mientras que Stoner fue tercero y Pedrosa, sexto.