Martí March (Pollença, 1954), conseller d'Educació i Formació Professional, afronta su tercer curso COVID. Si la gestión de la educación tiene en Balears sus peculiares problemas, la pandemia, como en todas partes, lo ha complicado todo. March explica cómo ha vivido la pandemia en su ámbito de gestión y cómo encara el nuevo curso.
Al menos, este curso no empieza como el pasado.
—Para el curso 2020-21 trabajamos mucho, todo el verano, con sólo unos pocos días de vacaciones, con el objetivo de tenerlo todo preparado. La sociedad estaba llena de miedos e incertidumbres, y las trasladaba a la escuela. Muchos decían que el curso sería un desastre, que habría muchos contagios, pero nosotros trabajábamos con el convencimiento de que iría bien. Sin embargo, la sensación era de soledad absoluta ante numerosas críticas catastrofistas y de augurios de que en 15 días cerraríamos los centros.
Y la Conselleria insistió en abrir.
—Abrir no era una opción. Era la opción. Tras el confinamiento, los alumnos tenían la necesidad de socializarse, de recuperar los contactos y, por supuesto, la necesidad del aprendizaje. No nos podíamos permitir tener dos cursos cerrados. Era la mejor decisión para los alumnos, que están por encima de todo. ¿Lo teníamos todo controlado? No. Con el coronavirus, es imposible tenerlo todo controlado. Al final ha ido bien. Ha habido casos positivos y cuarentenas, pero ningún centro ha cerrado. Con el dispositivo Educovid, la gestión de los casos positivos, incluso en las puntas de contagios, fue muy eficaz y se aportó tranquilidad a los equipos directivos. El espacio escolar era seguro e incluso impedía contagios fuera de él. Curiosamente, al final del curso 2019-20, con el confinamiento, teníamos los colegios cerrados y recibíamos muchas presiones para abrir, cuando la prioridad era planificar el curso siguiente.
Aun así, ¿no sintió desánimo en algún momento?
—Soy de actitud positiva y no me desanimo. Teníamos que ofrecer seguridad, no mostrarnos dubitativos. Algunas críticas fueron muy duras, pero no tiramos la toalla. ¿Para qué generar tanta alarma social?
Entonces, ¿podemos estar mucho más tranquilos ahora?
—Bueno, particularmente, no tengo la tensión del pasado curso, pero no puedo estar del todo tranquilo. Tenemos una experiencia acumulada y el equipo de la Conselleria está muy asentado y consolidado. Ya no nos enfrentamos a algo absolutamente desconocido y ya no es necesario reorganizarlo todo de un día para otro. No obstante, hay que insistir en la aplicación estricta de los protocolos y no bajar la guardia. La gran diferencia con el pasado curso es el alto nivel de vacunación. Y alguna medida nuestra ha despertado el interés de otras comunidades. En definitiva, esperamos que el curso 2022-23 sea el primero post COVID.
La sensación es que la comunidad educativa abordó la situación con cierta normalidad.
—Lo mejor ha sido la actitud, las conductas, especialmente de los alumnos. La COVID ha supuesto un cambio de actitud, pero positiva. El alumno se ha mentalizado de la situación y así todo ha resultado más fácil.
Mucha digitalización, pero lo importante es la presencialidad.
—La digitalización no puede sustituir la presencialidad. La digitalización ha venido para quedarse, es un apoyo y todos tenemos que mejorar nuestra competencia, pero la presencialidad es absolutamente necesaria.
Yendo a una cuestión más actual y concreta. ¿Por qué hay tantos problemas telemáticos en las tramitaciones de la Conselleria?
—La Conselleria maneja más de 200 procesos telemáticos, con una información descomunal. Es verdad que tenemos problemas y que hay que solucionarlos, pero todo se está resolviendo en tiempo y forma. Las sustituciones sólo se pueden tramitar a principios de septiembre. Otras comunidades lo hacen con el curso ya empezado.
¿Mejoraremos los datos de abandono escolar?
—A principios de siglo, el abandono escolar en Balears era del 40 %. Ahora es del 21 %. La media española es del 17 % y la del País Vasco, del 7 %. Estamos avanzando. Pongámoslo en valor. Y la FP puede jugar un papel muy importante en este avance, con un mayor prestigio social y educativo, y una oferta adaptada a la realidad de Balears.
Y tenemos una población escolar que no para de crecer.
—Esta cuestión va más allá de la política educativa. Es un reto de toda la sociedad. Tenemos que avanzar hacia un modelo socioeconómico más sostenible y con nuevos sectores productivos, y eso se trasladará a la estadística de escolarización. Nuestro crecimiento demográfico actual es insostenible. Mientras tanto, tenemos que escolarizar a todos los alumnos que lleguen, sí o sí, pero esto no es infinito.
¿Confía en que la Llei d'Educació tendrá un amplio apoyo?
—Tiene que aportar una base sólida de estabilidad en la política educativa. Puede haber posturas diferentes al respecto, pero no contradictorias. No puede haber rupturas. Eso es lo que hizo José Ramón Bauzá. Si llegamos a un amplio acuerdo, la comunidad educativa lo agradecerá.