JAIME LÓPEZ - SAN SEBASTIÀN
La coproducción hispano"mexicana «La perdición de los hombres»,
realizada por el director azteca Arturo Ripstein, se alzó con la
Concha de Oro a la Mejor Película en la 48ª edición del Festival
Internacional de Cine de San Sebastián, clausurada ayer por la
noche con la proyección en sesión de gala de «Punto de mira», una
ácida crítica contra el McCarthismo que traza al tiempo una aguda
reflexión en torno al cine dentro del cine y que protagonizan Jeff
Goldblum, Greta Sccachi y nuestra Angela Molina, miembro del jurado
internacional del certamen.
Pero, sin duda, el premio más aplaudido por los periodistas y críticos que llenaban ayer el salón de conferencias del teatro Kursaal de Donostia, sede oficial del festival, fue el concedido a Carmen Maura. La protagonista de «Mujeres al borde un ataque de nervios» obtuvo merecidamente la Concha de Plata a la mejor actriz por su magistral interpretación en «La comunidad», de Àlex de la Iglesia, tal y como se había venido pronosticando "aunque con más de una apuesta que se decantaba por la Charlotte Rampling de «Sous le sable» («Bajo la arena»)" desde el primer día del festival, en el que la negrísima comedia policíaca del realizador vasco sirvió para abrir boca ante el festín de más de ochocientas películas que restaban aún por exhibirse.
Aunque Maura llena los 106 minutos de metraje del castizo thriller azabache del director de «El día de la bestia», no se puede olvidar la labor con la que un elenco de excelentes secundarios (Sancho Gracia, María Asquerino, Emilio Gutiérrez Caba, Marta Fernández Muro, Manuel Tejada, Paca Gabaldón, Kitty Manver, Terele Pávez) arropan el trabajo de la ex musa de Almodóvar. Sólo había un premio de interpretación y, lógica y merecidamente, ha ido a parar a la «nena que siempre ha valido mucho».
La cara y la cruz de las ilustres, famosas o conocidas figuras y personajillos de tres al cuarto que han tomado café, se han pasado de copas y gastado las provisiones de carretes de los fotógrafos acreditados, deambulando por los decimonónicos salones del hotel María Cristina, la constituyeron dos actores internacionales tan antitéticos como Michael Caine y Robert de Niro.