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Fallece el escritor Arthur Miller, gran figura del teatro del siglo XX

El dramaturgo estadounidense fue galardonado en 2002 con el Premio Príncipe de Asturias de las Letras

Arthur Miller y Marilyn Monroe, en 1960.
Recogiendo el Príncipe de Asturias en Oviedo en 2002.
Divertida imagen de Woody Allen y Arthur Miller en Oviedo.
Una gran escritor. «La muerte de un viajante» fue la obra que le dio mayor fama y el Premio Pulitzer.

AGENCIAS|NUEVA YORK/MADRID

Arthur Miller falleció el jueves por la noche en su hogar de Connecticut a los 89 años, de una insuficiencia cardíaca, anunció ayer su asistente, Julia Boules. Su familia estaba con él junto a su cama en el momento de su fallecimiento. El escritor fue Premio Príncipe de Asturias de las Letras en 2002.

Nacido en Nueva York en 1915, estaba considerado uno de los principales autores teatrales del siglo XX. En 1956 incrementó su fama gracias a su matrimonio con la actriz Marilyn Monroe. Sus obras, con un fuerte énfasis en temas como la familia, la moralidad y la responsabilidad personal, trataron de la creciente fragmentación de la sociedad estadounidense. Descendiente de judíos polacos emigrados a Estados Unidos, su padre fue un fabricante de abrigos que se arruinó durante la Gran Depresión de 1929. Desde muy joven se vio obligado a trabajar en un almacén para pagarse los estudios de periodismo, hasta que en 1938, mientras estudiaba en la universidad, recibió varios premios por su comedia «Todavía crece la hierba».

En 1944 obtuvo su primer premio literario con «Un hombre con mucha suerte», aunque sus primeros grandes éxitos fueron su novela «Focus» (1945), un alegado sobre el antisemitismo, y su obra de teatro «Todos eran mis hijos», de 1947. Dos años después publicó la obra que más fama a dado a Miller, «La muerte de un viajante», galardonada con los premios Pulitzer de Teatro y del Círculo de Críticos de Teatro de Nueva York. Considerada una de las mejores obras del teatro contemporáneo, el protagonista, Willy Loman, posiblemente fuese un homenaje al propio padre del escritor, atrapado y derribado por el sueño americano.

También se implicó políticamente en favor de los derechos sociales, lo que le acercó al marxismo, le llevó a oponerse a la intervención de Estados Unidos en Corea y Vietnam y le convirtió en objetivo de la «caza de brujas» del senador McCarthy. No se quedó callado y, alegando sus derechos constitucionales, adoptó una digna actitud de confrontación directa en solidaridad con el resto de perseguidos. En plena marea represiva, escribió una de las mejores obras del teatro estadounidense, «Las brujas de Salem» (1953), donde, con el argumento de la caza de brujas en la colonia de Salem (Massachusetts) en el siglo XVII, parodió la persecución política de su tiempo. Miller compareció ante el Comité de Actividades Antiamericanas en 1956. Fue condenado por desacato, pero la sentencia fue apelada y quedó absuelto. En aquel mismo año, se casó con la actriz Marilyn Monroe, para quien escribió, en 1960 y como regalo de San Valentín, el guión cinematográfico de «Vidas rebeldes». La experiencia con Monroe -que la prensa había calificado como «unión entre la inteligencia y la belleza»- quedó reflejada en «Después de la Caída», de 1963. La obra de Miller -a la que hay que añadir títulos como «Panorama desde el puente», «Incidente en Vichy», «El precio», «El arzobispo», además de la colección de relatos «Ya no te necesito»- se caracterizaba por su interés en el conocimiento de uno mismo, la realización personal, la responsabilidad del individuo hacia los demás, todo ello escrito en un estilo directo y coloquial en el que se aprecian sus inquietudes sociales y su compasión por aquellos que se dejan atrapar por los falsos valores de la sociedad.

Miller se casó con Mary Slattery, Marilyn Monroe y la fotógrafa Inge Morath (fallecida en 2002), con la que estuvo casado por 40 años. Hasta su muerte, mantuvo relaciones con la pintora Agnes Barley, 55 años más joven que él.

Cuando recogió en Oviedo el Príncipe de Asturias recordó sus viejos lazos con España, cuya Guerra Civil supuso, según sus propias palabras, un «rito de iniciación» para su generación. «La palabra España en los años treinta era explosiva, el emblema esencial no sólo de la resistencia contra un retroceso obligado a un feudalismo eclesiástico mundial, sino también contra el dominio de la sinrazón y la muerte de la mente», afirmó en su discurso.

Los Príncipes de Asturias enviaron un telegrama de condolencia a la familia del escritor y la Fundación Príncipes de Asturias anunció que se le rendirá un homenaje.

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