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150 ibicencos y unos pocos formenterenses recorren el patrimonio de la pitiusa menor

Pese a la escasa publicidad, unas 200 personas participan en una excursión por el patrimonio de la isla

Los excursionistas visitaron la zona del cap de Barbaria, una de las más espectaculares de la isla. Foto: G.R.

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GUILLERMO ROMANÍ
La jornada europea dedicada al patrimonio se celebró ayer en Formentera con un notable éxito de participación, ya que alrededor de 150 personas se trasladaron desde Eivissa para una visita guiada centrada en las edificaciones fortificadas de la pitiusa menor. Los formenterenses representaron un número muy reducido, ya que la publicidad del acto fue prácticamente nula. Los integrantes de la expedición viajaron de forma gratuita gracias a la colaboración de la Fundación Baleària. La visita se inició en la plaza de la Constitución de Sant Francesc, donde el historiador formenterense Santi Colomar, explicó sucintamente los rasgos principales de la iglesia fortificada «que estuvo artillada desde sus inicios hasta aproximadamente 1820, es una iglesia que tiene más aspecto de fortaleza que cualquiera de las iglesias ibicencas y que además se distingue de todas ellas por tener un doble portón cuyas hojas están recubiertas de metal». Colomar explicó que no existe constancia de que la iglesia fuera atacada nunca y señaló que «el peligro de invasiones era más imaginario que real ya que en el siglo XVIII la piratería procedente del norte de Àfrica estaba en franca decadencia y estaba siendo sustituida por otro tipo de corsarios básicamente franceses o ingleses, por lo que el peligro de invasión asociado al peligro musulmán era ficticio y ya en 1830 los franceses habían conquistado parte del norte de Àfrica». En cuanto a las torres de defensa, la de es Cap de Barbaria fue la segunda parada de la expedición. De las cuatro que hay, sólo dos de ellas, la de es Cap de Barbaria llamada así porque es el punto más al sur de la isla y el más cercano del norte de Àfrica que entonces se denominaba Barbaria y la de es Pi des Català, estuvieron artilladas, mientras que las de Punta la Gavina y Punta Prima no pasaron de ser torres de vigía y lugar de refugio pero nunca contaron con armamento, sí en cambio estuvo armada la de s'Espalmador pero en este caso según Colomar tiene «otra lógica, se construyó mucho antes que las otras cuatro, que son del siglo XVIII, y con una finalidad distintas, vigilar una almadraba que estaba situada en es Freus y entre la torre de ses Portes en Eivissa y la de s'Espalmador quedaba suficientemente protegida». Sólo existe constancia de que en 1813 una torre de defensa, la de es Pí des Catalá en la zona de Migjorn, fuera escenario de un episodio bélico y este tuvo lugar porque un barco francés persiguió a uno inglés y cuando estos se refugiaron en tierra sus atacantes también lo hicieron aunque unos y otros acabaron siendo rechazados por un grupo de hombres que estaban en dicha torre.

Otro de los puntos de visita fue el Castellum romano de Can Blai, de entre los siglos III y IV, de planta típica. «Sin embargo se cree», puntualizó Colomar, «que se trata de una obra privada y de hecho cuando se realizaron excavaciones nunca se encontró nada, por lo que una teoría es que sólo se hicieron los cimientos y por uno u otro motivo se abandonaron las obras poco después de su inicio, probablemente en el siglo III que es cuando el Imperio comienza a desmoronarse».

Una última parada, inicialmente no prevista y que sustituyó la visita a la torre de Punta Prima, fue en es Calò, donde Colomar habló de la importancia de este pequeño puerto desde el que se navegaba a Eivissa, del torn de lllaüts que se ha instalado en el lugar en el que estuvo el original del que es una réplica fiel y que servía para sacar las barcas del agua.

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