JULIO HERRANZ
Ha sido la figura más solicitada por los medios en la I Trobada Internacional de Literatura Eivissa, Port Mediterrani del Llibre, que, precisamente, Juan Gelman (Buenos Aires, 1930) clausuró ayer en Can Ventosa con un recital antológico de su obra. Avalado en España sobre todo por el reconocimiento del Premio Cervantes de 2007, ha disfrutado de Eivissa con sencillez, entusiasmo, buen humor y buena dosis de paciencia con todos aquellos que solicitábamos una entrevista, una dedicatoria o, simplemente, poder saludarle e intercambiar unas palabras de felicitación con el gran vate latinoamericano.
_¿Conocía Eivissa, qué impresión previa tenía de la isla?
_No, es la primera vez que venía a la isla, y me parece un sitio estupendo. Lo que le puedo decir de impresión previa es que cuando comenté a unos amigos que venía a Eivissa por primera vez me dijeron «Cómo te envidio». Y bueno, la imagen que la isla esparce por el mundo es la de los antros, la droga y tal, pero llega uno aquí y se encuentra con otra cosa; unas playas estupendas, un mar estupendo, una ciudad vieja estupenda, e incluso la nueva, aunque haya cambiado un poco el rostro, ¿no? Ha sido una grata sorpresa, realmente.
_¿Y, desde luego, no la asociaba con la literatura?
_Puede resultar algo sorprendente, si, pero es merecido. Acá hay tanto caudal histórico que no puede ser menos que eso. Cuando me invitaron a este festival, lo que me conmovió es que lo convocara una librería, con el apoyo inmediato del Ayuntamiento. Ojalá la iniciativa tenga continuidad, porque le da a la isla otro rostro del que comunmente se cree que es.
_¿Qué le parece que en una isla acusada de frívola las dos figuras centrales de su festival literario sean dos poetas tan serios como Raúl Zurita y usted?
_Pero me parece extraordinario ese contraste; así es la vida, ¿no?
_¿Cree que puede haber poesía sin dolor?
_Sí, lo creo; el dolor no es fuente de la poesía. El dolor, como la alegría, puede estar presente o no, pero la fuente de la poesía es otra, nace de otras cosas, de una necesidad de expresión, de obsesiones...
_Sin el dolor, ¿su poesía sería lo que ha llegado a ser?
_No sé lo qué sería, francamente, pero quién sabe. Lo que le ocurre a uno en la biografía, si está presente, es de todos modos bastante sutil y distinto, porque el motor que impulsa la escritura no es el dolor ni la felicidad, sino la necesidad de expresión; en mi caso por lo menos. La obsesión que causa la realidad que hace que la imaginación interrogue la vida y de ahí nazca la expresión posible.
_¿Qué le preocupa más en poesía, la forma o el fondo?
_A mí la poesía comprometida no me interesa; me interesa la poesía casada con la poesía. Acostumbro a decir que el único tema de la poesía es la poesía, y por eso puede hablar de todo; hasta de amor puede hablar. Fíjese, de Safo a la fecha, dos mil quinientos años ya, se han escrito millones y millones de poemas de amor que no le llegan ni al taco de las sandalias a los pocos fragmentos de ella que se han podido recuperar ni al único poema entero recuperado.
Quiero decir que el tema no hace a la poesía. Es obvio decirlo, pero con el mismo tema se puede escribir una gran obra o algo absolutamente deleznable. Lo mismo con cualquier arte. Además, mire, la verdad, en América Latina, a raiz de la revolución cubana nos inundaron en los años sesenta y setenta de una cantidad de panfletos que para qué le voy a contar. No se escribe con buenas intenciones, muy respetables, por otra parte.
La poesía no es una cuestión de voluntad; se escribe lo que se puede, no lo que se quiere. Yo no me embarqué nunca en lo que llaman poesía comprometida. Como decía Paul Eluard, escribo cuando la cicunstancia exterior coincide con la circunstancia del corazón.
_¿Atiende, pues, cuando le visita la musa?
_Bueno, más bien cuando visita la moza. Quiero decirle que viene una señora, sucia de besos y arena, como decía Lorca, y uno la tiene que recibir, porque si no se va.
_¿Considera su obra cumplida; tiene aún necesidad de seguir escribiendo?
_Sí, pero me gustaría agarrar la poesía por la cola alguna vez. Entonces, como soy terco y soy de tauro, insisto.
No parece que el haber ganado el mayor premio literario de la lengua castellana haya afectado al carácter y a la manera de ver el mundo de Juan Gelman. Es la conclusión que uno saca tras compartir con el último Premio Cervantes algunos ratos entrañables en los distintos escenarios en los que ha tenido lugar esa osada apuesta de Eivissa, Puerto Mediterráneo del Libro (o en catalán, como gusten).
Por su exquisita educación a la antigua, sus maneras de gentilhombre ilustrado, su generosidad hacia todos los que se acercaban a él y su elegante sentido del humor, con una ironía inteligente y amable, el poeta argentino luce sin asomo de vanagloria el título de caballero humanista de las letras. De la poesía, pero sin adjetivos, por muy nobles que sean, como bien defiende en la entrevista.
Su presencia y su figura son los mejores embajadores de su poesía; así que, reconociendo mi imperdonable déficit lector con ella (son tantos los libros y autores que uno tiene pendiente; una vida no da para mucho si uno tiene que atender a oficios absorbentes como el periodismo), me ha dejado con hambre de conocerla más y mejor. Gracias, pues, querido amigo.