La sala de plenos del Ayuntamiento de Sant Josep acogió ayer a las 20 horas la conferencia, que se enmarca dentro del ciclo 'Sa nostra gent', titulada Itinerari Josepí d'en Raoul Hausmann. Los ponentes, el director del Museu d'Art Contemporània de Barcelona (Macba), Bartomeu Marí Agustinet y el periodista Vicente Valero repasaron, tanto la trayectoria profesional de este artista austríaco que creció en Berlín, así como sus estancias en Eivissa entre 1933 y 1935. Esta conferencia se completará el próximo sábado, con una visita guiada por los lugares que componen este itinerario josepí. El punto de encuentro será a las 10 horas en la iglesia.
Bartomeu Marí se aproximó hace años a la obra del artista a través del arquitecto belga Philippe Rothier, gracias a quien inició una investigación de algo que, a priori, parecía muy local y que acabó siendo muy internacional. Además, este trabajo permitió a Marí adentrarse en el estudio de varios artistas de la vanguardia europea. Marí define a Hausmann como un hombre «entrañable y excéntrico».
-¿Cuál es la relación de Hausmann con la Isla?
-Se trata de un artista muy curioso y enigmático dentro de la historia de las vanguardias europeas de principio de siglo. Cuando se hospedaba en Eivissa se quedaba en Sant Josep, concretamente en una casa que se llamaba Can Palerm. Allí realiza un trabajo de investigación, escritura, antropología, etnografía y fotografía sobre la arquitectura ibicenca que posteriormente publicó en numerosos medios europeos ligados a la vanguardia arquitectónica.
-¿Cuando viaja a Eivissa por última vez?
-Cuando estalló la Guerra Civil se tuvo que ir de la Isla y regresó a Berlín. Allí ya había contactado con todas las personas relacionadas con el ámbito de la innovación arquitectónica y, en 1936, hizo una exposición en Praga de sus fotografías tomadas en Eivissa. Más tarde tuvo que huir de los nazis y se refugió, durante la Segunda Guerra Mundial, en Francia, donde murió en el año 1971.
-¿Cómo influyó la Isla en la trayectoria profesional de Hausmann?
-Fundamentalmente, se trata de uno de los momentos más especiales para Hausmann, que venía de una tradición de ruptura artística, estética, poética, política que afectaba a todo el mundo dominante de la época. Eivissa representa un momento de paz y tranquilidad en su vida. Él intentaba rehacer el mundo a través de la práctica artística. En Eivissa se da cuenta de que el mundo de la gran ciudad europea ya no se puede recuperar y ha perdido todo el interés para él. Aquí se dedica a rehacer la idea del ser humano en un contexto rural.
-¿Qué buscaba Hausmann en Eivissa?
-Él no huyó de Berlín. Al principio andaba buscando un lugar bonito y barato para pasar sus largas vacaciones. Él no huyó porque peligrara su integridad sino que huía del aburrimiento de la gran ciudad. La ciudad, que tanto le había fascinado en su juventud, ahora le aburría profundamente y lo que quiere es vivir tranquilo y hacer lo que a él le gustaba, que era escribir poesía y hacer fotos.
-¿Qué se mantiene de la isla que conoció Hausmann?
-No se conserva prácticamente ninguna de las casas payesas que Hausmann fotografió, al menos no en su estado original. No nos hemos dado cuenta del valor de un patrimonio absolutamente excepcional y de una gran riqueza paisajística y cultural que no ha tenido la protección que se merece. Se ha conservado de una manera muy poco ortodoxa y respetuosa.
-¿Que opinaría el artista de la Eivissa de hoy en día?
-A Hausmann no le gustaría nada la Eivissa de ahora. No tiene nada que ver con lo que él había creído interesante de este lugar. De todas maneras, su mundo era muy diferente al nuestro, tanto tecnológica como culturalmente.
-¿Hausmann viajaba solo?
-El venía con su mujer y una joven de origen ruso. Debemos tomarnos esto no como un signo de promiscuidad sino que, tras la Primera Guerra Mundial había una gran mayoría de mujeres contra una gran minoría de hombres, de soldados. Así que era habitual encontrarse esta situación.