Escuadra hacia la muerte es el título de la obra de teatro que escribiera en 1953 Alfonso Sastre y se estrenara en aquel año en el Teatro María Guerrero de Madrid. Un texto sujeto a distintas interpretaciones, un teatro de las ideas, del que hace pensar. Y sobre esta obra pensó y finalmente decidió realizar su particular versión el escenógrafo y director Paco Azorín. Para ello ha contado con un reparto formado por Unax Ugalde, Julián Villagrán, Iván Hermes, Agus Ruíz, Jan Cornet y Carlos Martos. Una obra que trata sobre el final de una época «bastante penosa a nivel humanístico», como podría ser el momento actual. Un texto, una versión y una puesta en escena que no deja a nadie indiferente y que llegará este sábado 14 de enero, a las 21.30 horas al Centro Cultural de Can Ventosa.
—No todas las críticas que ha recibido su versión de Escuadra hacia la muerte son buenas, ¿qué opinión le merecen esas apreciaciones?
—La naturaleza de las críticas que hemos recibido es diametralmente opuesta. Hemos notado que la recepción del público estaba sectorizada en el sentido en que nosotros hemos hecho una lectura en clave contemporánea muy pensada para el público joven. El motivo es que yo he considerado que esta obra hace una lectura sobre las viejas prácticas. Considero que de alguna manera nos encontramos en un callejón sin salida a nivel social, a nivel de valores humanos, de nosotros como individuos y como sociedad. La lectura que yo hago del texto lo achaca a que todo eso tiene que ver con un tipo de prácticas que se han ido sucediendo a lo largo del tiempo que tiene que ver más con el interés personal. De alguna manera, nosotros hemos querido hablar desde la puesta en escena de que hace falta un hombre nuevo, una manera nueva de ver el mundo, de interpretar las relaciones humanas y sociales, de vivir la vida en comunidad y en grupo. Eso ha polarizado mucho al público, el joven ha captado el mensaje a la perfección. En ese sentido, las críticas de los medios digitales y menos convencionales han sido extraordinarias. Sin embargo, la crítica convencional, del periódico escrito de toda la vida se lo ha tomado a la valiente. Creo que han entendido muy bien la lectura de que lo viejo está destinado a morir y de que no hay más futuro que la gente joven. Creo que lo han entendido pero no les ha hecho mucha gracia.
—¿Quiere decir que lo que no les ha gustado a quienes no hacen buenas críticas de su obra ha sido el mensaje y no la manera que ha tenido de contarlo?
—Sí, yo creo que lo que el público va a ver en Can Ventosa es una obra de primera. Hay unas interpretaciones maravillosas, hay una puesta en escena de una factura del Centro Dramático Nacional, como es la producción, con lo que eso supone una producción intachable. Lo que sí que es cierto es que ha generado posiciones muy encontradas. Y eso es muy positivo porque no hay nada peor que una obra caiga en la apatía del público. Lo que me ha gustado mucho, sobre todo de la crítica, es que el público ha sido muy entusiasta y en las redes sociales se hacen unos comentarios maravillosos. Pero los medios más tradicionales, por haber puesto música en directo, nos ha tachado de haber traicionado a Sastre. A mí ese titular me gusta mucho. A esa gente le contesto que si traicionar a Sastre es acercarlo al público más joven o llenar el teatro de gente universitaria y sacar al autor de las bibliotecas. En este caso estoy encantado porque el escenario es un lugar de debate, que muestra conflictos que están vivos.
—¿Cuál es el debate que trae esta obra?
—Lo nuevo y lo viejo. Creo que estamos en un momento de bisagra a nivel de la humanidad. Pongo siempre como ejemplo el final de la Edad Media y el principio del Renacimiento. En aquel momento el poeta italiano Petrarca que le escribía unas cartas al Papa de Roma diciéndole que: «esta sociedad no tiene futuro, esto se acaba, es un despropósito moral y ético». A pocas décadas llegó el Renacimiento, una de las épocas más florecientes del ser humano. Creo que estamos al final de una época a nivel humanístico bastante penosa y que por fuerza anuncia que si se acaban las prácticas de lo viejo, la manera de tener a la mujer postergada en un segundo plano, tantas prácticas de corrupción, de envidia, de entender al mundo desde el ego, etc. Si se acaba todo eso, el futuro que vendrá quizás dentro de 5 o 6 décadas será un futuro maravilloso.
—¿Cómo se expresa todo eso sobre el escenario?
—En el escenario asistimos al final de la vida de unas personas que están encerradas en un búnker, todos han sido castigados previamente por hacer algo, pero no sabemos por qué. Durante la función lo vamos descubriendo. Al final van cayendo en trampas que tejen ellos mismos, en engaños y al final solo queda el más joven de todos, al que le damos una gran importancia, ya que será el fundador de ese nuevo orden, de ese nuevo mundo o, en definitiva, de un renacimiento.
—¿Cómo es ese personaje?
—Se llama Luis en la obra y lo interpreta Jan Cornet que hace un trabajo maravilloso. Los demás personajes tienen mucho más texto, él sin embargo ha crecido y ha construido un personaje prácticamente sin texto, que durante toda la función asiste en silencio a las viejas prácticas. Está como enfermo, no puede vivir en este mundo actual y a medida que va pasando la función va cogiendo importancia y finalmente rompe con una gran fuerza poética. Un momento muy emotivo que le gusta mucho a la gente joven. Es un montaje que está hecho pensando en los jóvenes, en su lenguaje y que les gusta mucho.
—Precisamente el montaje de esta obra también ha sido muy comentado ¿qué tiene de especial?
—Hay una puesta en escena que tiene música en directo y un importante componente audiovisual. Yo pensaba que para dirigirnos al público de hoy, no dijo joven de edad, sino que alguien con muchos años también puede serlo. He considerado que para llegar a ellos era necesario actualizar el lenguaje escénico y nutrirlo de distintos factores, construyendo un espectáculo que yo creo que será difícil de olvidar para el espectador.
—¿Podríamos decir, por todo ello, que transmite un mensaje positivo o esperanzador?
—Sí, pero es un mensaje agridulce. Diría que estamos al final de una época muy difícil y va a llegar otra. Pero este viejo mundo va a costar bastante liquidarlo. En ese búnker sale lo mejor y lo peor del ser humano y eso es duro. Veremos la envidia, la miseria... El mundo que nos ha tocado vivir en estos momentos es difícil, por eso el mensaje es agridulce.
—¿Por qué eligió la Escuadra de la muerte?
—Desde pequeño siempre fui bastante fan de Alfonso Sastre. Esta obra es un texto que curiosamente se ha representado muchísimo en el teatro amateur o universitario en España, sin embargo es un texto que ha tenido muy poca cabida en el teatro profesional. Se estrenó en el Teatro María Guerrero en los años 50, un estreno que prohibió la censura. De hecho hemos sido nosotros, muchos años después, los que la hemos vuelto a llevar al mismo teatro. Quizás sentí la necesidad de restituir a esa obra el lugar que le correspondía en el teatro profesional.
—¿Qué destacaría de ella?
—Es una obra de tesis, filosófica, que habla sobre el existencialismo, que hace preguntas sobre la vida. Pero también es un thriller en donde unos personajes encerrados luchan contra el enemigo que piensan que está fuera, pero descubren que está allí dentro: que son ellos mismos. Es una obra muy adelantada a su tiempo y de gran actualidad. Por eso la elegí.
—¿Cuál cree que fue el acierto de Alfonso Sastre al escribirla?
—Esta aportación humanística, este teatro del pensamiento de ideas. Es un teatro, que si bien tiene acción, hace pensar y le plantea preguntas al espectador. Y que como en todo buen texto teatral, uno sale transformado. Creo que uno se hace preguntas cuando asiste a este montaje sobre cómo reaccionaría yo en esta situación límite. Creo que el gran acierto de Alfonso Sastre es crear una situación límite. Él habla de una tercera guerra mundial y de unos personajes que luchan contra el enemigo, pero donde no se sabe a ciencia cierta quién es el enemigo. La situación es absolutamente límite, tienen unos días para cumplir una misión. El tiempo pasa y aquello no solo no se soluciona, sino que empeora. Me parece una metáfora de la vía y un gran espejo de la sociedad y de la vida.
—¿Qué destacaría del reparto?
—Son seis actorazos, de escuelas y estilos muy distintos. Quizás el que tenga más texto sea Unax Ugalde, pero yo quería que de algún modo se representaran los estereotipos de la sociedad. Han hecho una piña extraordinaria y lo que se produce en el escenario es un fragmento de vida humana. Además son grandes músicos como veremos.
—¿En qué momento llega esta obra a Ibiza?
—Escuadra hacia la muerte se estrenó en octubre en Madrid, en el Centro Dramático Nacional, Teatro María Guerrero. Hemos estado dos meses allí y ahora en Ibiza arranca la gira, será la primera función. Nos hace mucha ilusión estrenar en Ibiza porque para los montajes que se inician en la península, estrenar en las islas, cuando hay un barco de por medio, es un reto. Creo que la función va a ser muy especial.
—Y por ello habrá nervios...
—Sí (risas). De los buenos, de los que incitan al actor a dar un triple salto mortal, a arriesgar, a no repetir. Por eso creo que será una función extraordinaria.
LA CITA
Escuadra hacia la muerte.
La obra se estrenará en Ibiza este sábado 14 de enero, a las 21:30 horas, en el Centro Cultural de Can Ventosa. Se trata de una versión dirigida por Paco Azorín. Las entradas ya están a la venta y pueden adquirirse por 18 euros de forma anticipada o por 20 euros en taquilla el mismo día de la función.