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Sardinas Negras - Enrique Villallonga, director, productor y experto en cine rodado en Ibiza

«Cuando terminamos una cena familiar siempre salgo con cinco o seis ideas para hacer una película»

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Nuestro aspirante a Sardina Negra nos espera pacientemente en el Baluarte de Santa Lucía a que lleguemos a la hora acordada. Algo imposible debido a la gincana que hay que hacer durante estos meses cuando se conduce un coche y se quiere llegar hasta Dalt Vila. Afortunadamente, aunque llegamos veinte minutos tarde no se ha marchado y eso nos permite conseguir una de las entrevistas más divertidas de los últimos tiempos.

Nuestro protagonista de esta semana es Enrique Villalonga, director de cine, productor, creador de Filmótica y sobre todo, el mayor experto que posiblemente haya en España sobre el cine que se ha rodado en Ibiza. De hecho, este joven que por su porte podría pasar por un mosquetero o por un personaje de los que retrataba el genial pintor El Greco, está ahora más de actualidad que nunca por ser el impulsor de una ambiciosa exposición que recorre cincuenta años del cine rodado en la isla y que se expone en los cinco municipios. De eso y muchas más cosas hablamos en una charla en la que pasó de todo, incluyendo fotografías y conversaciones con una decena de visitantes del Imserso llegados desde San Sebastián. Y es que nuestro pequeño universo de Sardinas Negras no para de crecer.

—Es el segundo Villalonga que pasa por Sardinas Negras tras su hermano Adolfo. ¿Competirán en las cenas familiares?

—(risas) No lo se. En total somos cinco hermanos, tres hombres, Toni, Adolfo y yo, y mis dos hermanas, y afortunadamente cada uno somos muy distintos, tanto en carácter como en nuestra forma de pensar. Y con eso nos garantizamos que las cenas familiares sean del todo menos aburridas.

—¿Quien lleva la voz cantante en ellas?

—Sin duda mi madre, la matriarca. Ella marca el paso aunque después mis hermanos mayores también se hacen notar (risas).

—Como director de cine que es, ¿no ha pensado nunca hacer una película sobre su familia? Los Villalonga darían mucho juego...

—(risas) Ya será menos. Lo que si que es verdad que cuando salgo de una cena con ellos al final tengo cinco o seis ideas en la cabeza para empezar un nuevo proyecto. Pero al final, como siempre por falta de tiempo, todo se queda en nada.

—Una curiosidad. Su hermano Adolfo aseguró en su Sardinas Negras que es fan de la saga Star Wars. ¿Usted también?

—(risas) La verdad que no. Yo he disfrutado las primeras aunque después he acabado perdiendo la pista y me da un poco igual. Además no soy muy de trilogías más allá de que me gusta la de El Padrino.

—No me puedo creer que como cineasta no le guste ninguna película en especial...

—(risas) Hombre, hay una que me marcó. Es Grupo Salvaje de Sam Peckinpah. Con ella decidí dedicarme a la dirección de cine. Después es cierto que me gustaban mucho los cómics de La espada salvaje de Conan, no Conan el Bárbaro que eran a color y peores, sino los de blanco y negro. Por eso me gusta mucho el personaje y por supuesto la primera película que se hizo, en 1982, dirigida por John Milius y guión de Oliver Stone. Esa es una pasada, las de después ya no tanto.

—Ahora usted está más de actualidad que nunca gracias a la exposición que repasa cincuenta años de la historia del cine rodado en Ibiza. Menuda muestra que se han montado.

—(risas) Gracias. Lo cierto es que la exposición es el fruto de mucho trabajo por parte mía, las instituciones involucradas y Catina Costa y Álvaro Jiménez. Ha sido un trabajo conjunto para conseguir algo muy bonito.

—La exposición se puede ver en los cinco municipios de la isla a la vez y en Sa Nostra. ¿No es poner el listón muy alto?

—Espero que no por el bien de la cultura en la isla. Pero yo es que siempre me he aplicado la máxima «de hacer las cosas con pasión y si no es así, mejor no hacerlo».

—¿Cómo ha hecho para recopilar todo el material que se puede ver en la exposición?

—Pues destinando muchas horas a investigar a través de Internet en portales especializados, de segunda mano o tiendas de coleccionistas. Es un tema bastante desconocido y además, al vivir en una isla donde no hay tiendas de antigüedades, Internet se convierte en un elemento básico.

—¿De cuántas piezas estamos hablando?

—Pues hay unos 250 artículos, entre carteles, fotocromos, bobinas o fotografías. Y sólo de carteles podemos encontrar unos 63 o 64 y eso que muchos se quedaron fuera de la exposición porque no había espacio físico y porque desgraciadamente en Ibiza estamos carentes de espacios culturales en condiciones. Tenemos una autopista fenomenal pero muchas salas públicas están llenas de humedades y en bastante mal estado. Es una pena pero tenemos un grave problema con la cultura en Ibiza.

—Lleva mucha razón. ¿De dónde nace su pasión por el cine rodado en Ibiza?

—De hace bastante tiempo. Fue tras terminar de rodar un documental que me llevó dos años y del que acabé un poco saturado. Necesitaba encontrar algo nuevo en lo que centrarme, y entre unas cosas y otras encontré este tema, del que no había muchas referencias más allá de las cuatro o cinco películas que todo el mundo conoce. Lo dejé reposar un tiempo prudencial y después vi que podía ser algo interesante. Me puse a investigar en distintas fuentes y cuando me quise dar cuenta estaba enganchado (risas).

—Un trabajo que además compagina con su productora Filmótica y sus documentales Aiguallums donde refleja el trabajo de los artistas de la isla...

—Pues si. Pero he de decir que no somos los pioneros porque hace tiempo, un compañero vuestro, Renato Steinmeyer, ya lo hacía.

—Es una iniciativa muy interesante.

—Gracias. Si te digo la verdad para mi Aiguallums tiene algo de religioso (risas). Realmente lo que más me fascina de los documentales es plasmar el proceso creativo que lleva a cabo una persona partiendo de la nada y como acaba influyendo en la vida de las personas.

—Lleva ya unos cuantos. Ha grabado hasta poetas como Julio Herranz...

—La verdad que si. A Julio le estoy muy agradecido porque además de un gran profesional es muy amigo mío. Yo le conozco desde hace mucho tiempo porque cuando él trabajaba en Canal Mediterráneo fue el primero que habló de mi primer cortometraje. Lo difícil con Julio fue el plasmar el proceso interior de un poeta, porque no trabaja con imágenes o figuras, sino con palabras. Y eso puede ser que no le guste a mucha gente.

—¿Por qué?

—Porque el Aiguallums de Julio Herranz es más contemplativo y menos dinámico que otros muchos que hemos hecho. Pero bueno, afortunadamente, los documentales están teniendo mucho éxito tanto en Ibiza como fuera de nuestra isla.

—Con el furor que hay por el merchandising, ¿no han pensado hacer figuritas con los artistas de Aiguallums?

—(risas). Pues no. Pero con el cortometraje El hijo de taxidermista si pensamos en su día hacer algo con los diálogos tan brutales que aparecen. Y a lo mejor daría más dinero que el propio cine.

—Hablando de cine. ¿Cómo está la situación actual en las Pitiusas? Parece que últimamente hay una generación que viene empujando fuerte, entre los que está usted incluido...

—Lo cierto que sí. Héctor Escandell, Adrián Cardona, Juan Marí Susierra, Fernando Monje o David Marqués vienen apretando fuerte.

—¿A que cree que se debe esto?

—Bueno ellos son los herederos de Francesc Juan o Pere Guasch Matutes, dos directores que rodaron en los 70 cortometrajes en formato profesional. Después todo se paró un poco hasta que llegó esta nueva generación y a partir del 2000 el auge de la tecnología. Ahora técnicamente es mucho más sencillo. Además, hay que agradecer a Adrián Cardona y Héctor Escandell el que hayan hecho productos que hayan conectado con el público porque eso ha sido muy importante para todos nosotros.

—Como persona relacionada con el cine... ¿qué opina del cierre y derribo del Cine Serra?

—Pues te voy a ser sincero. No soy muy nostálgico porque me gusta vivir el presente, así que si lo siento es por los trabajadores que se han quedado en el paro. Además, yo dejé de ir al cine desde el momento en el que por el precio que valía la entrada también pagabas la conversación del de al lado, el cubo de palomitas o de nachos y el refresco de tu compañero de butaca. Es una pena pero los cines han dejado de lado el espectáculo propiamente dicho y han apostado por ser casi un supermercado.

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