Hablar con José Manuel Casañ, cantante y creador de Seguridad Social, es hablar con uno de las figuras más importantes de la música en español durante las últimas cuatro décadas. Autor de canciones míticas para varias generaciones como Chiquilla, Quiero tener tu presencia, Comerranas o Acuarela, este cantante que creció en la localidad valenciana de Benetúser, lleva en la cresta de la ola desde que en 1982 creó el grupo, y aún hoy, tras más de 15 discos publicados y más de un millón de copias vendidas, continúa en plena forma. De hecho, asegura que no se retirará nunca porque es como un tiburón, el día en que se pare se morirá. De momento, su próximo concierto tendrá lugar este sábado por la noche detrás del Ayuntamiento, junto a los autobuses de Santa Eulària, con motivo de las fiestas patronales de la localidad.
—¿Cómo se presenta el concierto del sábado?
—Con muchas ganas, como siempre. Hace tiempo que no estamos en Ibiza y siempre es magnífico reencontrarnos con el público de la isla y con viejos amigos. Además, allí siempre nos han tratado como en casa.
—Tocarán fuera de temporada. ¿No se les hará raro?
—Bueno, lo cierto es que al estar tan cerca hemos tocado en Ibiza en casi todas las épocas del año. Nosotros siempre tenemos abierta nuestra gira porque me da mucho vértigo eso de fin de gira y porque el directo es necesario para nuestra cordura mental.
—¿Lo mejor de su profesión es tocar en directo?
—Sin duda. Las grabaciones, los discos, la promoción o los viajes están muy bien pero no tendríamos nada sin tocar delante de la gente. A mí personalmente me encanta y por eso siempre doy lo mejor de mí cuando actuamos.
—¿Vienen entonces con las pilas cargadas?
—Claro que sí y entrenados, porque no paramos de tener actuaciones por toda España.
—La energía que derrochan sobre el escenario es uno de sus puntos fuertes. ¿De dónde la saca tras tanto años?
—De la ilusión por seguir en este mundo de la música. Hemos tocado con fiebre en muchas ocasiones y nunca el público lo ha notado porque ha sido más importante la adrenalina que uno siente encima de las tablas. Y eso ayuda a que funcione el boca a boca y a seguir en la cresta de la ola cuando ya no estás en la Primera División en la que estuviste hace años.
—¿En Santa Eulària sonará Chiquilla?
—Claro. Tenemos nuevo trabajo, pero al final la gente quiere escuchar los temas de siempre y eso está genial.
—¿Qué queda de aquella ‘Chiquilla' de principios de los noventa?
—Muchas cosas pero sobre todo la alegría de saber que un tema que compuse en quince minutos intentando hacer algo distinto que combinara el punk con la rumba de Peret haya tenido tanto recorrido. El ver cómo la cantan personas de tantas generaciones, incluyendo algunos que no habían nacido, es muy satisfactorio.
—¿No cree que ya no se hacen canciones como ésa?
—No habría que ser tan tajante. Creo que son momentos y situaciones distintas.
—Eso es cierto. ¿Siente nostalgia al echar la vista atrás?
—No sé. En los ochenta había más posibilidades porque las compañías tomaban más riesgos y ahora, tal vez porque se venden menos discos, todo es mucho más difícil y más inmediato. Antes se contrataba un grupo porque gustaba y se tenía paciencia con ellos para que empezaran a dar sus frutos a los tres o cuatro años y eso, ahora, es impensable. Y, por eso, ahora lo que hay son grupos que imitan a otros que han tenido éxito, limitando la originalidad y la posibilidad de decisión de los jóvenes que empiezan.
—¿Eso influye en la calidad de las letras?
—Pienso que sí. El otro día, un amigo catedrático de Filosofía me dijo que le gustaban mucho más los grupos de los ochenta y principios de los noventa porque las letras estaban muy cuidadas y porque ahora casi nadie cuenta una historia dentro de una canción.
—¿Cree que vivió entonces la edad de oro del pop y del rock en español?
—Sin discusión. Aunque lleguen nuevos grupos y estilos, una época como la nuestra tardará en llegar.
—¿Cree que en su época había que currárselo más? Usted viene de un pueblo obrero y amasó pan mientras empezaba...
—(Risas) Eso es verdad. Ahora los jóvenes tienen más acceso a ciertas cosas que nosotros. Hay más locales de ensayo, instrumentos más baratos, más tutoriales en Internet, y más tecnologías para grabar o componer música, pero al final hacer camino sigue siendo igual de difícil o incluso más. En los ochenta estábamos dentro de una autopista en la que no veíamos el final porque todo marchaba genial y había multitud de sellos discográficos que apostaban por todo tipo de grupos sin importarles que vendieran 5.000 discos. Se vendía mucha más música y había un acuerdo entre discográficas y emisoras por apostar por el producto en español y eso hizo que florecieran muchos grupos que poco a poco hicieron carrera. Ahora, todo es mucho más difícil porque aunque el mercado es mucho mayor se vende menos música y se consigue menos dinero.
—O sea que la clave está en currárselo.
—Por supuesto. Está muy bien cantar ante un estadio lleno o el glamour de los viajes y los hoteles pero eso es el resultado de un trabajo duro e intenso que no se ve. Si no te lo curras no vas a ningún sitio.
—¿Y cuánto hay de suerte?
—Mucho. De las 100 canciones que preparas luego realmente sale una. También hay que arriesgar para salirse del camino trillado y no conformarse.
—¿Es entonces un superviviente?
—Sí, porque sigo vivo. (Risas). Lo cierto es que nunca he pensado en el pasado ni en el futuro porque siempre he vivido en el presente y en buscar alternativas para innovar y no aburrirme. Lo último, un cómic disco en 2017 junto a Paco Roca que se llama La encrucijada y con la que creo que hemos sorprendido al personal. La innovación y salirnos del camino establecido ha sido un clásico en nuestra trayectoria. Cuando sacamos Comerranas en la discografía nos pedían algo parecido y sacamos Qué te voy a dar, después rompimos con Chiquilla y cambiamos de registro con Quiero tener tu presencia... todas canciones muy diferentes a las anteriores.
—Y lo que le queda... He leído que no piensa en jubilarse.
—Claro que no. No sabría hacer otra cosa y no me motiva en absoluto mirar las obras como los jubilados. Y además soy como los tiburones, si me paro me muero.
—La última, ¿quién ha hecho más por los toros, ustedes con su disco Furia latina o el toro de Osborne?
—(Risas). Pues es verdad, mucha gente se confunde. Lo del toro de Furia latina viene porque yo soy taurino, no porque me gusten los toros sino porque soy del signo zodiacal Tauro y porque siempre me llamaron el bouet (torito) en Valencia. Así que no, nada de competencia con el toro de Osborne.