Ya hemos rebasado el umbral de mediados de mayo y podemos decir de manera categórica y sin ambages que este año no van a abrir todos los hoteles, la pandemia está dejando una huella indeleble y una cicatriz bastante profunda de la que no es sencillo recuperarse y en el que la piel del entramado turístico de esta tierra necesitará de cierto tiempo para volver a estar tersa y fresca.
Dicho esto, la buena noticia es que seguro serán más establecimientos los que abran este año de los que lo hicieron el año pasado y se tiene la convicción de que esta vez se abre para no volver a cerrar al cabo de unos meses o incluso semanas, y después de tanto sufrimiento, ello es una buena noticia, se mire por donde se mire, especialmente al observar de donde hemos venido y todo lo que hemos pasado en este peregrinar que se está prolongando excesivamente.
De los dos grandes mercados emisores de turistas hacia Balears, sin ánimo de exhaustividad, cabe hacer una diferenciación clara. Los británicos tienen una cortapisa suprema, claramente política, que les impide acercarse hasta aquí, el semáforo en ámbar es una cuerda que los retiene en casa y solo cabe que predomine el color verde en la siguiente revisión gubernamental prevista para los primeros días de junio, no hay lugar para pensar lo contrario y el único color al que podemos apostar es al verde.
De los alemanes, por su parte, al acelerar su ritmo de vacunación y bajada de niveles de infección, juntamente con un relajamiento de restricciones, salidas y regresos desde el exterior, se espera una recuperación sostenida y que confiamos en que paulatinamente vaya creciendo a lo largo de los siguientes meses.
Así pues, comenzamos a quitar el polvo acumulado, engrasamos la maquinaria inactiva desde hace demasiado tiempo, lo colocamos todo en su sitio, reordenamos papeles y quitamos cerrojos a fin de que las puertas vuelvan a abrirse. Pero que no se engañe nadie, no hay reservas suficientes, ni de lejos, que sustenten una reapertura. Volver a abrir no es un criterio racional y racionado, no hay análisis de gestión o empresariales que avalen un reinicio, no, se trata simplemente de un pálpito, de una creencia, en definitiva, abrir este año es un acto de fe.
Sabemos que no será fácil, de hecho no hay nada fácil sin mucho esfuerzo de por medio, quien más quien menos se conforma con llegar al empate técnico en su cuenta de resultados al finalizar la temporada (e incluso perder un poco, me decían el otro día). Existe un compromiso conjunto y mutuo, que permanece indeleble como la herida pandémica, con todos los actores de este mundo turístico y con el propio destino en sí.
Afrontamos pues lo que parece ser el último tramo de la ruta, sí, estamos exhaustos, pero al menos allí al fondo divisamos ya la basílica donde todo culmina y ello nos da fuerzas para continuar, esperemos que no sea un espejismo y cruzamos los dedos.