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Crear (y distribuir) valor

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Estamos acostumbrados a medir el ‘éxito’ de una empresa por su capacidad de ‘generar resultados’, de ‘dar beneficios’, pero no tanto por su capacidad de ‘crear valor’. Al menos, no está en nuestro vocabulario habitual. Aunque, a decir verdad, tan solo se generan resultados y beneficios con garantías de permanencia cuando se ‘crea valor’. ‘Crear valor’ es, pues, el principal cometido de cualquier empresa, sea construyendo un edificio, dando alojamiento a un turista, prestando un servicio de lavandería... Más concretamente, toda empresa se orienta a ‘añadir valor’ al que otros han creado anteriormente, al producir los bienes y servicios que se incorporan como inputs para generar nuevos outputs.

El valor que una empresa genera no equivale, pues, a su facturación, a lo que ‘ingresa’ por los productos o servicios que vende. Pues en este importe se acumula el valor que se ha ido generando en diferentes eslabones o procesos de producción (y, por tanto, en distintas empresas) hasta dar con el producto o servicio final que una empresa pone a disposición del mercado (un edificio terminado, una estancia hotelera, un servicio de lavandería). Para decirlo rápido y claro, la empresa factura el 100% del valor que incorpora el producto o servicio en cuestión y que, por tanto, percibe el cliente, pero se ‘queda’ tan solo el valor que ella ha añadido, una parte, más o menor grande, de este 100%.

El ‘grosor’ de este valor determina la línea base o bottom-line sobre la que pivota la remuneración de todos los factores de producción que utiliza una empresa: el capital (beneficios), el trabajo (salarios), la comunidad (impuestos), los recursos ajenos (intereses), etc. Mejorar la capacidad de ‘crear valor’ significa, por tanto, elevar esta línea base o bottom-line, que determina la base de los beneficios (profit-line), la base de los salarios y, por tanto, el nivel de vida de la sociedad.

Los estados contables del último ejercicio disponible, el 2022, permite confirmar que el valor añadido por tejido empresarial balear equivale al 31,4% de los ingresos de explotación. Esto significa que, de cada 100 euros facturados, una empresa de Balears crea –y, por tanto, distribuye– por término medio, 31 euros. El resto corresponde a los consumos intermedios que ha efectuado para producir. Por término medio, el 33,5% del valor añadido equivale al resultado bruto de explotación, el resto se orienta a remunerar el principal factor de producción, el trabajo. Y, finalmente, dando unos saltos más hacia delante, el resultado del ejercicio equivale al 18,8% del valor añadido.

Con todo, ‘cuanto valor se crea’ y ‘como se crea’ se resume en un indicador: la productividad. La relación que mantiene la productividad con la rentabilidad de una empresa es innegable, por cuanto condiciona los márgenes y la presión que la remuneración de los distintos factores ejerce sobre el rendimiento de la explotación. Y, no menos importante, es la relación que mantiene con el crecimiento económico, pues no es posible satisfacer las necesidades crecientes de la población, ni atender los desafíos globales, si no es desde la capacidad máxima de crear valor y no del consumo infinito de recursos, que ni disponemos ni podríamos gestionar. A título ilustrativo, se estima que la inversión necesaria para responder a los desafíos que afronta Balears en materia de inclusividad y net-zero emisiones equivalen al 8% del PIB de aquí a 2030, un envite que difícilmente se podrá cubrir si a nuestro actual patrón de crecimiento no le insuflamos un rápido incremento de la productividad.

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