El arzobispo de Granada, Francisco Javier Martínez, se ha postrado este domingo ante el altar mayor de la Catedral para pedir perdón por los «escándalos» que han afectado a la Iglesia y ha asegurado durante su homilía que «el mal es mal» y hay que «erradicarlo» de forma decidida si afecta a inocentes.
El prelado ha permanecido tumbado en el suelo durante varios minutos junto a otros religiosos y delante de los numerosos fieles que han acudido a la eucaristía de las 12.30 horas, muchos más de los que habitualmente acuden cada domingo a esta cita.
El gesto de Martínez, que según ha explicado él mismo sólo se hace también al inicio de la liturgia de cada Viernes Santo y que ha tenido lugar al comienzo de la misa, se produce a punto de cumplirse una semana desde que se conocieran públicamente los presuntos abusos sexuales cometidos por sacerdotes de su Archidiócesis.
«Hay una misericordia infinita que perdona y nos encomendamos a ella cada vez que empezamos la eucaristía, pero hoy lo vamos a hacer de una manera especial, dada la herida que hemos vivido en esta semana», ha sentenciado el arzobispo, que ha invitado al resto de presentes a arrodillarse ante el altar.
Martínez ha dicho que «los males de la Iglesia» son también los males «de cada uno» y ha reiterado su perdón para que «ayude y sostenga» a todos aquellos que hayan sido «escandalizados», especialmente por la «conducta de los pastores».
Posteriormente, durante su homilía ha hecho referencia al pasaje del evangelio leído en la misa, alusivo a que todo buen o mal acto hecho al prójimo afecta también a Dios.
Ha indicado que resulta «más doloroso» que, en nombre de una confianza sagrada y de una «situación de preeminencia» en el seno de la comunidad cristina, los pastores, «de mil maneras», puedan hacer un mal uso de esa confianza o posición y que siempre que esto sucede «es una herida dolorosísima para Cristo».
«Lo que produce escándalo no es el sacerdocio, es que podamos ser malos pastores», ha insistido Martínez, quien ha pedido que se sepa cuidar de aquellas personas que «por nuestra culpa, por nuestro pecado» hayan podido ser «escandalizadas o heridas por cualquier miembro de la Iglesia».
Ha compartido también con los fieles algunos pensamientos relacionados «con las ganas de juzgar a alguien» y se ha referido a alguna de sus visitas a prisión para ver a internos.
En concreto, ha recordado a un reo, condenado por varios homicidios, que tenía «bollos» en la cabeza por las patadas que su padre le propinaba cuando era niño.
«Siempre que voy a la cárcel digo ¿por qué vosotros estáis en la cárcel y yo no?, porque yo no he hecho nada para tener los padres que he tenido», ha dicho el arzobispo, que se ha preguntado quién sería él si también le hubieran dado patadas de niño en la cabeza para luego responderse que «probablemente (sería) más criminal» que aquel hombre encarcelado.
«El mal es mal y hay que erradicarlo y cuando éste afecta a inocentes hay que erradicarlo decididamente, absolutamente, en la medida de nuestra fuerzas, pero no hay que juzgar nunca, porque nunca sabemos qué historia hay detrás de quien obra el mal, sólo Dios conoce el fondo de nuestro corazón», ha señalado el prelado.
Estas palabras ante los fieles del arzobispo de Granada se producen a punto de cumplirse una semana desde que se conociera la investigación judicial sobre supuestos abusos sexuales a al menos un menor cometidos por sacerdotes de su Archidiócesis y después de que la gestión de este asunto haya sido cuestionada incluso en los ámbitos eclesiásticos