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Las frenéticas 24 últimas horas de Bernad y Pineda antes de su detención

| Madrid |

14 de abril. Publican la supuesta extorsión por retirar la acusación a la infanta. Los teléfonos empiezan a sonar. Luis Pineda, desde Sevilla, tranquiliza a su mujer -"está todo bajo control"- y Miguel Bernad, en Madrid, se defiende como gato panza arriba: «esto es de risa». No saben que 24 horas después lucirían grilletes en las muñecas.

Estaban a cientos de kilómetros de distancia pero compartían preocupaciones. Se sospechaban pinchados y los rumores de detención iban tomando forma. De hecho, al día siguiente la Policía les arrestaba por extorsión, a uno recién bajado del AVE -después de haberle dicho a su hijo que se duchara, vistiera y saliera de casa porque igual llegaban «algunas personas"- y al otro en su casa.

Esas 24 últimas horas en libertad de los líderes de Manos Limpias y Ausbanc quedaron inmortalizadas en una veintena de conversaciones con colaboradores y familiares que la Policía recoge en un informe. Eso sí, ninguna entre ellos dos.

Los pinchazos pintan un cuadro de frenética actividad, especialmente de Bernad, que recibe diez llamadas a lo largo del día.

Antes de las 8 de la mañana ya suena su teléfono. Habla con una abogada de Manos Limpias y luego con un tal «Sebas», quien le ofrece lo que «necesite» para poner una querella por lo del chantaje de 3 millones por retirar la acusación a la infanta en Nóos.

Bernad se defiende: «Fue todo lo contrario lo de los 3 millones, que fue una persona que se puso en contacto conmigo a través de un conocido mío y lo mandé a tomar por culo». «Es increíble la manipulación».

Todo, le dice luego en otra conversación a «Mila», es «un montaje de las cloacas del Estado» y, a menos que «elaboren pruebas falsas, no van a encontrar nada».

Después de dedicarle algunos insultos al juez Santiago Pedraz, habla casi a la Policía -"si me escuchan esto, que me estarán grabando también las conversaciones"- para inculpar a Soraya Sáenz de Santamaría, quien, según le dijeron unos agentes de Hacienda, «dio orden de que había que cargarse al sindicato».

A mediodía, le llama la abogada Virginia López Negrete, que ese día estaba en una sesión del juicio de Nóos en Palma de Mallorca:

V.- ¿Qué está pasando?

M.- Pero... Vicky, ¿cómo te extrañas?

V.- No, no me extraño.

M.- Si sabíamos...

V.- Me extraño.

M.- Sabíamos que las cloacas del Estado.

V.- Escucha Miguel, no me extraño de eso, de lo que me extraño es de... Luis, de Ausbanc, ¿este tío no te la habrá jugado por detrás?

Bernad se explica: hay una investigación a Ausbanc pero no tiene nada que ver con Manos Limpias, y como «el Pisuerga pasa por Valladolid» los han relacionado. «Él tendrá que responder de... si lo ha hecho, que ha debido hacer, pero bueno, yo eso...», dice dudando de Pineda.

Luego, la conversación alcanza derroteros dignos de una película de espías (o de «gangsters") y hablan de un ofrecimiento de dinero por parte de un conde.

M.- Tú sabes, aquí únicamente lo que te comenté de aquel tío.

V.- Te digo que yo sacaría eso Miguel, yo, porque a mi no me han venido directamente, sino yo lo sacaba.

M.- Sí, no, lo del famoso conde.

V.- Sí, del Mondéjar.

M.- De Mondéjar, sí.

V.- Yo te lo digo, de verdad Miguel, hemos llegado a un punto en el que deberías contarlo.

M.- Eso lo voy a hacer en su momento, tú no te preocupes.

Del misterioso conde Bernad aún no ha dicho nada a los investigadores, pero a las nueve de la noche vuelve a dar su versión del chantaje, esta vez al abogado José María Mas. «El que metió la esta... y vino ofreciendo fue Miguel Roca, que lo jodió todo y vienen ahora a decirme que yo he ido allí a pedir esto, vamos, es el colmo», le dice sobre el letrado de la infanta.

«Si yo hubiera ido a un sitio a pedir 3 millones de euros para retirar eso me habría pegado primero el presidente de la entidad una patada en el culo, y me habría dicho: y ahora mismo llamo a la Policía porque usted viene a extorsionarme y chantajearme, es que esto es de risa», afirma.

La última conversación del día es de nuevo con Negrete, quien le recomienda, como si lo viera en una bola de cristal, que deje las cosas bien atadas por si le detienen para que un administrador judicial no tome las riendas de Manos Limpias y ordene retirarse del caso Nóos.

«Venga, dale vueltas ¿vale?», se despide la abogada a las diez de la noche. Unas pocas horas después Bernad es arrestado en su casa.

Pineda, por su parte, pasa su último día en libertad en la Feria de Abril, desde donde, el día 13 a las once de la noche, envía una foto al director general de Ausbanc posando abrazado a la socialista Susana Díaz.

Sus llamadas el 14 son más escasas y menos reveladoras que las de Bernad, quizás porque anda con cautela al saberse investigado por un chivatazo de un directivo de Unicaja. Del chantaje a la infanta, ni palabra por teléfono.

A las diez de la mañana le llama su esposa, nerviosa, y le pregunta por la prensa. «Todo bajo control», le responde. Luego habla con otro cargo de Ausbanc y decide que al día siguiente se personaría en la Audiencia Nacional para declarar y convocaría allí a los medios.

Recibe un mensaje de aliento de un tal Carlos, desde un móvil del Centro Municipal de Informática de Málaga: «Los que sabemos lo que te ha costado llegar donde estás y la mierda de coche que tenías, así como tu esfuerzo ante las adversidades de la vida, siempre estaremos contigo, mucho ánimo. Ladran luego cabalgamos».

La noche antes de su detención, aún en Sevilla, entra por teléfono en directo en un programa de debate y al día siguiente se despierta a las nueve y veinte de la mañana con la noticia de que han detenido a Bernad.

Inmediatamente, llama a su casa y habla con su hijo. Le dice «que se duche y se vista por si acaso vayan algunas personas a casa» y luego le vuelve a pedir que «se vista y se marche» para evitar la visita.

Las siguientes llamadas, probablemente ya en el AVE de camino a Madrid, las mantiene con periodistas y gente vinculada a Ausbanc a la que confirma que están registrando la sede de la organización. Al bajar del tren, unos agentes de la UDEF le ponen los grilletes.

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