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Día Mundial del Alzheimer

Los geriatras avisan de que el Alzheimer no es una consecuencia inevitable del envejecimiento

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La Sociedad Española de Geriatría y Gerontología (SEGG) ha avisado, con motivo del Día Mundial del Alzheimer, de que esta enfermedad no es una consecuencia inevitable del envejecimiento, a pesar de que la mayoría de los pacientes españoles tienen entre 80 y 86 años.

Por ello, la organización ha destacado la importancia de diferenciar vejez de Alzheimer, recordando que la edad adulta y el envejecimiento cerebral se caracterizan por cierto grado de declive natural relacionados con funciones cognitivas como la memoria, las habilidades de orientación espacial y la velocidad de procesamiento de la información.

No obstante, ciertos despistes como no recordar nombres de personas conocidas, lo que iban a comprar o qué iban a hacer no significa que estén empezando a desarrollar Alzheimer, puesto que las personas que padecen esta enfermedad no solo olvidan detalles sino el contexto completo.

Por tanto, sólo será motivo de preocupación cuando los olvidos se acentúan en el tiempo; las personas no tienen registros de esos olvidos; se vinculan a eventos completos y no detalles; y afectan a las actividades de la vida diaria.

«También estaremos alerta ante cambios en el comportamiento como la pérdida de interés en sus aficiones, pérdida de concentración, incapacidad para tomar decisiones y evitar cualquier tipo de responsabilidad, cambios de humor e irritabilidad», han explicado desde la organización.

En este sentido, el presidente de la SEGG, José Antonio López Trigo, ha recordado que el tratamiento del Alzheimer debe ser multidisciplinar, donde el geriatra tendrá una labor «importante», ya que debe ser la persona encargada de derivar a los pacientes afectos a los profesionales que considere oportunos, con el fin de mejorar la calidad de vida de estos enfermos.

«La atención a los pacientes con demencia y sus cuidadores requiere de un abordaje integral (físico, psicológico, funcional, social), centrado en la persona y sus necesidades cambiantes, integrado en los recursos sanitarios y sociales de su entorno, progresivo y continuado, llevado a cabo por equipos multidisciplinares. Los sistemas públicos de atención han de adaptarse a las necesidades del paciente con demencia, y no al contrario», ha zanjado.

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