En un revelador estudio publicado por Muy Interesante, expertos en neurociencia desentrañan los misterios del funcionamiento de la memoria en el cerebro humano. Según estos investigadores, la memoria no se asemeja a un simple dispositivo de almacenamiento como un USB o un disco duro, sino que es un proceso dinámico y complejo que evoluciona con el tiempo.
El estudio, liderado por el destacado científico Santiago Canals del Instituto de Neurociencias, revela que la memoria se guarda en grupos de neuronas que establecen conexiones entre sí mediante sinapsis, pequeños espacios donde se liberan neurotransmisores. Estas conexiones son plásticas y pueden fortalecerse o debilitarse con el tiempo, dependiendo de la repetición de los estímulos o experiencias.
A diferencia de la creencia común de que la memoria es un repositorio estático de información, Canals explica que la memoria tiene la función de ayudarnos a entender y adaptarnos al mundo que nos rodea. Por lo tanto, el cerebro no almacena toda la información recibida, sino que selecciona lo más relevante para generalizar y predecir cambios futuros.
«En mi opinión, la memoria tiende a olvidarlo prácticamente todo, a no ser que resulte singular, a no ser que haya un cambio con respecto a la situación anterior. Es lo que llamamos novedad», señala Canals.
El estudio también destaca el papel crucial de otras células cerebrales, como los astrocitos y las células de la microglía, en la formación y el borrado de recuerdos. Además, señala que la buena memoria no se define por la capacidad de recordar grandes cantidades de información, sino por la capacidad de optimizar lo que se recuerda, ignorando los detalles irrelevantes.
«Durante siglos, uno de los dogmas en neurociencia era que los humanos nacemos con un número limitado de neuronas, que son con las que nos desenvolvemos el resto de nuestra vida», cuenta Strange. Y añade: «En la actualidad, sabemos que no es así, que constantemente se forman nuevas neuronas, especialmente, en el hipocampo». Un proceso conocido como neurogénesis.
Casals defiende que la natación es un método excelente para mantener la memoria –y no solo el cuerpo– en buena forma. Hay que tener en cuenta, sin duda, que todos los superagers, que llegan a viejos con las capacidades mentales en estado óptimo, practican ejercicio físico con regularidad.
¿El motivo? Nadar promueve la neurogénesis y la plasticidad neuronal. La primera es el proceso por el cual se generan nuevas neuronas en el cerebro, especialmente en el hipocampo, la región responsable del aprendizaje y la memoria. Además, la natación favorece la neurogénesis al aumentar los niveles de una proteína llamada factor neurotrófico derivado del cerebro (FNDC), que estimula el crecimiento y la diferenciación de las células nerviosas. Por otro lado, la plasticidad neuronal es la capacidad del cerebro para cambiar y adaptarse, formando nuevas conexiones sinápticas entre las neuronas. El hecho de nadar también potencia la plasticidad neuronal al mejorar la función cognitiva, la memoria y el aprendizaje.
No hay que olvidar que la natación también reduce los niveles de estrés al liberar endorfinas, regular la respiración, relajar los músculos y mejorar el sueño. Además, la natación mejora el sistema inmunitario al fortalecer las defensas naturales del organismo contra las infecciones y las enfermedades.
Por otra parte, los investigadores también exploran la relación entre la emoción y la memoria, destacando que las experiencias emocionalmente impactantes tienden a grabarse más profundamente en la memoria. Además, sugieren que el olvido no es necesariamente un fallo, sino un proceso activo del cerebro para desechar información no relevante.
En resumen, este estudio ofrece una visión fascinante del funcionamiento de la memoria humana, subrayando su naturaleza dinámica y compleja. Estos hallazgos podrían tener importantes implicaciones en el desarrollo de tratamientos para enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer, así como en la comprensión de la cognición humana en general.