«We can talk!» («¡Podemos hablar!») es la frase que se repite hasta la saciedad en este vídeo publicado en Reddit en el que se muestra una serie de vídeos de calidad y puesta en escena cinematográficos en el que dos personajes (uno masculino y uno femenino) expresan su sorpresa y alegría al darse cuenta de que ahora pueden hablar.
El nuevo modelo de generación de imágenes mediante inteligencia artificial de Google, VEO 3, ha superado un hito histórico: ahora los vídeos generados con IA incluyen audio nativo de alta calidad, en diferentes idiomas, con diferentes acentos y con la acústica de la época o de la sala en que se desarrolla la acción. Esto, sumado a las mejoras en la generación de imágenes (no más manos de seis dedos, no más rostros extraños) ha supuesto todo un hito al eliminar la barrera entre la realidad y la ficción.
Los vídeos generados por IA son ya indistinguibles de la realidad. Esto supone el fin de los vídeos como prueba irrefutable de que algo, en efecto, ha ocurrido. Esto supone un problema para el periodismo mundial, ya que dentro de unos años todo vídeo será susceptible de ser acusado de haber sido generado por inteligencia artificial. Todavía no se han creado las herramientas de verificación para este tipo de contenido que hasta ahora recorría la red, aunque era fácil discernirlos como vídeos falsos.
Ahora la línea entre la realidad y el deepfake se difumina. Actores internacionales, gobiernos, organizaciones civiles, empresas, particulares: todo el mundo tiene acceso ahora a una potentísima herramienta de desinformación. A esto hay que sumarle las horas de esfuerzo que supone desmontar un bulo y los pocos minutos que se requieren para fabricarlo, y ya tenemos un cóctel explosivo que contribuye al clima de infoxicación que domina las redes sociales. La verdad se encuentra más en peligro que nunca.
Hasta ahora, un vídeo o incluso una grabación de voz era capaz de derrocar gobiernos, hundir mercados o destruir familias. Hoy, todo eso es posible e imposible al mismo tiempo dado el carácter ambiguo que rodea a toda la información que circula por la red: todo puede ser falso y cierto a la vez. Esta «relatividad» de la información es el caldo de cultivo perfecto para esparcidores de bulos y enemigos de la verdad: nadie tiene la verdad absoluta, todo es cierto, depende de lo que decidas creer. Ese vídeo que molesta tanto al partido político u organización social de turno puede ser desacreditado con un simple «ha sido creado con inteligencia artificial», como ya hemos visto hacer a Macron con el vídeo en el que su mujer le empuja al bajar del avión. «Está creado con IA», respondieron desde el Elíseo, hasta que finalmente tuvieron que retractarse y admitir que, efectivamente, sí había sucedido.
La 'realidad' (somos conscientes de que la objetividad total, equivalente a la omnipresencia, no existe, sin embargo hay cosas que no vale la pena negar, como por ejemplo que, si llueve, la hierba crece) pasa entonces a una serie de opciones con la que tú te puedes sentir más cómodo al estilo de «elige tu propia aventura». En los tiempos del «todo es relativo» (Einstein revolviéndose en su tumba) la verdad y la mentira son valores que ya no cotizan en ningún mercado. Lo que importa es el relato: la capacidad de crearlo, de moldearlo, de presentarlo como un producto atractivo que encaje como una pieza de puzzle en la mente del lector.
El vídeo como prueba de que algo realmente ocurrió ha muerto. Esto supone un varapalo para el periodismo mundial. Los vídeos generados con inteligencia artificial serán cada vez más indistinguibles de los reales. Evidentemente habrá personas que lo utilizarán en favor de sus intereses y en detrimento del interés general. Tendremos que tener cuidado de todo lo que veamos en Internet, y esperar a ver si se crean herramientas específicas para distinguir el contenido real de aquellos vídeos que estén creados con IA.