Rita Barberá le ha hecho un flaco favor a su partido con su postura numantina de no dimitir como senadora y de negar cualquier responsabilidad en los escándalos que ahogan a su partido. Fue el PP en los años 90, cuando era conducido por Aznar, quien proclamó la distinción entre responsabilidades políticas y penales. Desde esta perspectiva, la situación de Barberá es insostenible e intolerable. Tiene a casi todos sus concejales implicados por la Justicia mientras las investigaciones por corrupción se esparcen como un mal incurable, poniendo en peligro el futuro de este partido en la comunidad valenciana.
El escudo Mariano. Lo peor de este caso no es que Barberá niegue cualquier relación con el mar de presuntos delitos que ahoga a los que la rodeaban. Ni que se escude tras su aforamiento para huir de los jueces. Lo más grave es que con ínfulas de suficiencia predique «sosiego y templanza», palabras propias de Mariano Rajoy, a los compañeros de partido que le insinúan que se marche por el bien de todo el colectivo. Es este apoyo explícito del presidente del Gobierno en funciones lo que convierte en explosiva la situación. ¿Por qué Rajoy protege tanto a Barberá? En el PSOE, como es lógico, sacan provecho y hay chirigota. Algún dirigente socialista ha afirmado que «Rajoy es su escudo para que no se convierta en Rita la Cantaora». La sospecha de que Barberá sabe demasiado seguirá creciendo, incluso dentro del propio PP, donde miles y miles de militantes honrados anhelan la regeneración de su partido.
Rita se siente fuerte. Analizando la rueda de Prensa de Barberá, a sus anchas, exhibiendo poderío en plena sede del PP, es evidente que se siente segura. Negó cualquier relación con la caja B del partido, pero a la par cargó con dureza contra los escándalos de otros. Hasta se refirió al caso Filesa, que estalló en tiempos del felipismo, hace casi un cuarto de siglo. El ventilador fue su único argumento. ¿Por qué exhibe altanería en una coyuntura tan negra? Todos miran a Rajoy para intentar entenderlo.