Desde una óptica balear, los resultados de las elecciones andaluzas tienen una lectura clarísima: o la izquierda balear espabila en el casi medio año que falta para los próximos comicios autonómicos y locales, o se expone a una derrota que, como en el caso andaluz, podría hacerse inevitable. Es cierto que la realidad balear y la andaluza son diferentes. El Archipiélago es una comunidad bilingüe con una significativa presencia de formaciones nacionalistas y regionalistas. Pero también existe el anticatalanismo, así como una arraigada tradición del voto conservador o de derechas, muy movilizado desde que el PSOE gobierna en Madrid.
Més y Podem pierden fuelle.
Es probable que la clave de las próximas elecciones se decida en las grandes zonas urbanas de la bahía de Palma, en algunos núcleos turísticos y también en Eivissa, donde el voto es más cambiante. Son áreas donde Podemos obtuvo un notable éxito en 2015. Pero esta formación ha atravesado avatares muy complejos durante la presente legislatura, que han afectado duramente a su grupo parlamentario autonómico. Algo parecido ha pasado con Més. Una abstención de los votantes de PSIB y Més darían un vuelco a la política balear. En Cádiz, la provincia más deprimida de España, Vox ha obtenido dos diputados en un claro trasvase de sufragios de la izquierda a la derecha extrema. La izquierda balear debe tomar nota y actuar para mantener segmentos clave de electores ahora decepcionados.
En clave nacional.
En cualquier caso es innegable que muchos electores andaluces han votado en clave nacional, castigando a la izquierda y esencialmente al PSOE de Pedro Sánchez por haber accedido al Gobierno de España con el voto de formaciones independentistas como ERC y PDeCAT, además de Bildu. Esto no ha gustado a muchos votantes socialistas, temerosos de que aquel apoyo tenga contrapartidas. Esto explicaría el auge de Vox que en Balears puede ser también muy significativo como reacción al gobierno PSIB-Més de Francina Armengol.