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Editorial

La extraña normalidad del nuevo curso

El titular de la Conselleria d'Educació, Martí March, presentó ayer las líneas generales que pretende implantar su departamento en los centros escolares para prevenir el coronavirus; unos protocolos que afectan tanto a los alumnos como al conjunto de la organización docente. Grupos aislados, uso generalizado de mascarillas, toma de temperatura, entradas y salidas escalonadas, ... propuestas para esa nueva normalidad que también se infiltra en el mundo educativo a la espera de la llegada de la ansiada vacuna.

Más recursos y nueva organización.
Los planes de la Conselleria requieren más recursos de personal docente, si no se quiere repercutir en la calidad de la enseñanza. La distribución en grupos aislados y estabilizados supone una importante modificación respecto a los modelos de trabajo mantenidos hasta ahora. Las ratios de alumno y profesor bajan de una manera notable, circunstancia que no puede obviarse y que los sindicatos del sector plantearán con cierta lógica. Los centros deberán habilitar nuevos espacios, tanto en aulas como en espacios comunes. Otra dificultad añadida que plantea la necesidad de recuperar las denostadas aulas prefabricadas. La lucha contra el virus obliga a retroceder.

Planes provisionales.
Las medidas contra la COVID-19 suponen una seria alteración de la vida escolar, aspecto que genera la lógica preocupación a los padres y a los profesionales de la educación. El objetivo debe ser tratar de evitar al máximo la interferencia en la actividad docente, la seguridad de los alumnos es una prioridad irrenunciable, pero en la misma medida no se puede seguir deteriorando la actividad académica. El pasado período de confinamiento –consecuencia del estado de alarma– ha marcado, sin duda, el pasado curso escolar. De cara al futuro hay que tratar de recuperar el tiempo perdido. La preocupación por el próximo curso la comparten decenas de miles de familias.

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