El presidente ruso, Vladimir Putin, ha visitado La India por primera vez desde la invasión de Ucrania en el mes de febrero de 2022. El encuentro con el primer ministro indio, Narendra Modi, fue distendido y cordial y escenificó, con letras mayúsculas, el acercamiento entre ambos países. En juego está la venta de petróleo ruso al gigante asiático, que puede ser un balón de oxígeno para el Kremlin, ahora que Estados Unidos les ha aplicado nuevas sanciones económicas que están asfixiando, aún más, las arcas rusas. Además, Putin aprovecha estos viajes, como ya ha hecho en otras ocasiones, como en la cumbre de Alaska con Donald Trump, el presidente norteamericano, para tratar de limpiar su imagen a nivel internacional, tan lastrada desde que lanzó su «operación especial» sobre Ucrania, hace casi cuatro años.
Choque con Europa.
En la últimas semanas, mientras la Casa Blanca intenta avanzar en un plan de paz sólido para la guerra, ha quedado patente que Putin solo considera a Trump un interlocutor válido y, en cambio, ignora por completo -casi hasta la humillación- cualquier propuesta que proceda de la Unión Europea. No en vano, el Kremlin ha amenazado directamente a países del viejo continente como Francia o Inglaterra si deciden enviar tropas a Ucrania, para apoyar militarmente a Zelenski en el campo de batalla.
Ucrania no puede ser troceada.
Lo que está claro, a estas alturas, es que sería del todo inadmisible que Kiev tuviera que aceptar una paz injusta impuesta, que consiste en perder nuevos y valiosos territorios, como ya ocurrió en 2014 cuando Moscú se anexionó ilegalmente Crimea y el estratégico puerto de Sebastopol. Por entonces, la comunidad internacional apenas reaccionó, por lo que Putin se envalentonó y acabó invadiendo todo el país, años después. Hay que recordar que Ucrania es la víctima en esta guerra y que Rusia no puede ganar en la mesa de las negociaciones.