Las cosas no parecen ir muy bien en el bando aliado por lo que se refiere a las acciones militares. El freno del avance de las tropas es un hecho, atribuido por unos a los problemas de intendencia y por otros a la fuerte resistencia que oponen los iraquíes. Si a ello añadimos las primeras divergencias serias en las autoridades civiles y militares de Estados Unidos, el panorama puede resultar incluso más esclarecedor. Al parecer, los militares del Pentágono han lanzado serias acusaciones contra el secretario de Defensa de la Administración Bush, Donald Rumsfeld, asegurando que lanzó la guerra sin que se contara con los medios necesarios para la contienda.
El mismo Rumsfeld ha tenido que realizar apariciones públicas en las televisiones estadounidenses para negar este extremo. Aunque, sin embargo, los acontecimientos parecen dar la razón a los militares, puesto que EEUU ya anunció el envío de 120.000 hombres más a la zona.
Es un hecho que la oposición a la guerra en Estados Unidos es una realidad creciente, amén de la multitudinaria expresión contraria a ella que día tras día puede verse en pueblos y ciudades de todo el resto del planeta. Esta contienda no parece ser tan limpia ni tan quirúrgica como se quiso vender en un principio. Es más, llamaba la atención el empecinamiento de George W. Bush por llevar a cabo una acción armada contra Sadam Husein.
En estas cuestiones no valen las prisas y menos si están en juego las vidas de personas inocentes. Habría que haber agotado todas las posibilidades antes de meterse en semejante y trágico espectáculo con un constante goteo diario de muertos y heridos. Ponerle freno ahora es complejo y difícil, pero es el deber de todos.