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Editorial

Desafortunadas palabras de un teniente general

Las palabras pronunciadas por el teniente general José Mena Aguado, jefe de la Fuerza Terrestre del Ejército, en su discurso en Sevilla con motivo de la celebración de la Pascua Militar han provocado multitud de reacciones y la inmediata del jefe del Estado Mayor de la Defensa, Félix Sanz Roldán, que ha propuesto su inmediata destitución. El ministro de Defensa, José Bono, le ha convocado esta misma mañana para pedirle explicaciones. Mena, que tenía previsto asistir al acto de despedida de la Agrupación Baleares, que va a partir a Bosnia en misión de paz, dijo ayer que si se aprobaba el Estatut de Catalunya en los términos actuales, el Ejército, en aplicación del artículo octavo de la Constitución, se vería obligado a intervenir.

El papel de las Fuerzas Armadas en cualquier democracia debe ser el de garantizar la seguridad nacional y cumplir con las misiones que el Gobierno les encomienda. A partir de esta premisa, parece que el teniente general Mena se ha excedido en sus declaraciones, por cuanto suponen una intromisión en un debate político. Y, en cualquier caso, las opiniones de un mando militar deben formularse desde el más escrupuloso respeto al poder civil.

No puede ocultarse que la tramitación del Estatut catalán preocupa en los cuarteles. Los militares tienen bien presente que la Carta Magna les encomienda la defensa de la integridad nacional, pero si hay que hacer declaraciones públicas sobre la Constitución, el modelo que deben seguir los militarers es el del Rey, quien siempre ha sabido estar a la altura de las circunstancias y ejercer el papel que le ha correspondido incluso en las más difíciles circunstancias. Los tonos alarmistas e incluso amenazantes están fuera de lugar. Afortunadamente nos encontramos lejos de aquellos inicios de los ochenta, en que el ruido de sables y la posible involución eran una constante en la joven democracia española. En nuestros días, las Fuerzas Armadas cumplen con sus misiones con profesionalidad y están siempre donde se les exige. Por ello, las palabras de Mena, totalmente desafortunadas, pueden intranquilizar y hacer albergar dudas poco razonables.

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