El Evangelio nos habla de la multiplicación de los panes y los peces. El milagro de este relato consiste en que los trozos de pan se multiplican en las manos de Jesús. (Igualmente lo hizo con el par de peces asados, aunque el Evangelio no lo especifica). Los panes en Oriente próximo suelen tener la forma de tortas delgadas que se parten fácilmente con las manos. Una vez más se manifiesta la manera de actuar del Señor. Busca la libre cooperación del hombre. Jesús quiere que los discípulos aporten lo poco que tienen: cinco panes y dos peces. El milagro de la multiplicación de los panes y los peces es figura anticipada de la Sagrada Eucarística. Sacramento que es un misterio de vida, de fe y de amor. Con el alimento que Jesús proporcionó a unos cinco mil hombres, sin contar mujeres y niños. Y todos quedaron saciados, sobrando todavía doce cestos, dice el Evangelio.
Con razón podemos pensar que Jesús, después de una intensa jornada sentía la necesidad de tener un buen rato de oración para hablar con su Padre. Son muchos los pasajes del Nuevo Testamento que refieren la oración de Jesús. De madrugada, todavía muy oscuro, se levantó, salió y se fue a un lugar solitario, y allí oraba (Mc.135-36). Cuando se bautizaba todo el pueblo, y Jesús, habiendo sido bautizado, estaba en oración, sucedió que se abrió el cielo, y bajó el Espiritu Santo sobre él en forma corporal, como una paloma, y se oyó una voz que venía del cielo : Tu eres el Hijo mío, el amado, en ti me he complacido. ( Lc.3,21-22)
La oración a solas de Jesús, nos enseña la necesidad de recogimiento ante el Sagrario en el silencio de la Iglesia. Jesús conocía la acción vivificante que había de ejercer el Santísimo Sacramento en la vida de los cristianos. Dios está aquí. Venid adoradores. ¡ Adorémosle!