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OPINIÓN | Montse Monsalve

Milagros no es un nombre de mujer

| Eivissa |

Los tambores resuenan al unísono con las trompetas. Los pasos de la Semana Santa desfilan entre entrevistas y promesas electorales. Al albor de la temporada turística, amparada en la canícula de los primeros días de abril, una promesa electoral tirita a lo lejos como si fuese una tibia estrella cosida al poema de Neruda.

Mientras el resto del país está de vacaciones, Ibiza se despereza azuzada por una actividad frenética. ¡Qué distintos somos del resto de los mortales y qué forma de vivir más extraña que tenemos aquí, en este lado del Paraíso!

Hablamos estos días de «openings» refiriéndonos con flema a la apertura de establecimientos en los que el «postureo» se funde con personajes imposibles sacados de una película imaginaria de Almodóvar. Hippies reales, otros trasnochados, grupies, hipsters, modernos y modernas, glams, guiris y "señoras que" brindan risueños en una fiesta de la primavera que se marchita tras sufrir un sórdido robo. Si visitar un lugar tan maravilloso y poco ibicenco como es Atzaró no fuese ya un viaje a otro planeta, leer que horas después este "agroturismo" sufrió un atraco al más puro estilo "Ocean's Eleven" nos hace formar parte del guión de un largometraje de Tarantino. Es curioso sentirse exótico por ser extrañamente normal. De hecho esta semana las Pitiusas se dan la vuelta y se ponen del revés, para despojarse de su aparente calma y convertirse, como un Gremlin al que vierten agua a las doce de la noche, en un lugar totalmente distinto, menos amable, más nocturno y sobre todo muy extraño.

La Semana Santa se pone el traje de capirote y ofrece torrijas por doquier a los fieles que rezan a los pocos santos que nos quedan, cada día menos, más olvidados y más amnésicos de su esencia, como en una oscura metáfora de Buñuel. Mientras, un grupo de políticos se cuela entre las procesiones y sonríe con sus mejores galas intentando entonar una melodía que nos haga seguirlo sin pensar, sin sentir y sin preguntar nada, como flautistas de un cuento trasnochado.

Nos da la impresión de que se multiplican. Algunos, al más puro estilo Jordi Hurtado, no envejecen y se mantienen, legislatura tras legislatura, con el mismo rictus de carcajada sin ojos, de esas que dan más miedo que confianza y que nos muestran sus fauces de lobos ocultos bajo la lana.

Llega la Semana Santa y se impone la Ley Electoral que les obliga a estar unos días casi en silencio, respetando de forma casuística el misterio de la resurrección del hijo de un Dios en el que pocos creen, pero a cuya conmemoración todos se apuntan. Algunos, incluso, ponen la primera piedra a proyectos de toda índole, casualmente ahora, para esconder acto seguido la mano. Otros hacen anuncios que llevamos años esperando a pocos días de las votaciones, buscando arañar puestos en esta lucha en la que todo se ve forzado y coreografiado. ¡Gracias a Dios el milagro se ha obrado y tendremos lo que llevamos casi una década reclamando a unos y a otros! ¡Alabado sea el Señor!

Ruego a todos los que habitan los cielos y el Olimpo que, aprovechando la coyuntura, nos anuncien también que se prohíben para siempre jamás las prospecciones. Puestos a pedir, sería el mejor cóctel de esta apertura a una nueva dimensión; el más glamuroso, el mejor preparado y el más premiado. Estamos hablando, eso sí, tal vez de milagros más propios de mentes optimistas y felices que de un nombre de mujer. Pero… ¿se imaginan que en este sprint final nos contasen que nadie atentará contra nuestros mares ni en forma de sondeo ni de vertedero, que tendremos el puerto que queremos, no el que nos impongan, vuelos sin olor a chequera y con horarios abiertos, transporte público real, juzgados e impuestos acompasados a nuestros sueldos? No me llamen ilusa porque tenga más de una ilusión. Señores políticos, apunten, disparen y no solo prometan: cumplan.

¡Felices Pascuas!

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