Existen muchas actitudes y prácticas deleznables dentro del periodismo. Quizá la peor de todas sea la manipulación, en sus múltiples variables, y puede que la más grave de todas sea, al menos a mi entender, la de aquellos profesionales de la información a los que hemos acabado por bautizar como spin doctors. Mentirosos profesionales, expertos en retorcer cualquier argumentación o aprovechar unas circunstancias muy concretas para, simplemente, mentir y lograr un objetivo. Todos conocemos ejemplos lamentables. Nada sería tan grave como esto, ya que otras prácticas polémicas, como el amarillismo o el sensacionalismo, pueden ser objeto incluso de cierta defensa más o menos argumentada. Otra práctica deleznable sin paliativo posible es la de atribuirse informaciones ajenas como propias o, disimulando un poco más, reproducir informaciones sin citar la fuente. Esto es algo que se padece muchas veces, tanto desde la cercanía local como desde la lejanía de otros continentes, gracias a internet, obviamente.
Por poner un ejemplo lejano (y así nadie se ofende), el de un portal web venezolano que fue capaz de tomar una noticia ajena y apropiársela sin cambiarle ni una coma. La cara de tonto que se le queda al autor (que en ese caso era yo) está más que justificada. ¿Tanto cuesta citar al autor o al medio? Nunca entenderé a los medios o a los profesionales que no lo hacen. En mi opinión nada lo justifica. El colmo de los colmos lo leí recientemente en el blog www.bangkokbizarro.com/viaje-falso-chicote-tailandia/. Según esta información, el campechano Chicote simuló que viajaba a Tailandia para hacer un reportaje, pero era mentira. Las imágenes eran de un periodista español residente en la capital tailandesa al que engañaron desde la cadena para la que trabaja el simpático cocinero con el fin de que grabara unas imágenes que después sirvieron para organizar el tinglado. Ya saben, no se crean casi nada, podría ser mentira.