Seré breve: las discotecas no han inventado el turismo, la música ni las drogas. Como se demuestra en todo el planeta, existe un tipo de turismo muy rentable, más sostenible y relajante que deja el mismo o más dinero.
Si se cerraran las discotecas de golpe, los ibicencos apenas notarían gran cosa. Aparte de que en general son sociedades en manos de gente de fuera de la isla, el personal laboral que ocupan tampoco suele estar residenciado en Ibiza y en todo caso, el turismo que sustituyera a los clubbers haría idéntico uso de los servicios de la isla. Ahora gastan mucho, sí, pero dentro de las discos y en taxis.
Suele decirse que la temporada comienza cuando las discotecas abren puertas. Yo siempre he afirmado que es al revés: abren cuando llegan los turistas. De no ser así, las discos dejarían abierto todo el invierno e Ibiza estaría a reventar de turistas.
En resumen: las discotecas no son imprescindibles, y no pocas veces he pensado que se hace indispensable reducirlas a una dimensión humana sensata. Tampoco demonizarlas, pero que cumplan las reglas básicas de convivencia, como todo el mundo. Y el resto de convocatorias lúdicas sin permisos en casas de campo y playas también y con más motivo.
Si el secreto del éxito estuviera centrado en las instalaciones de las discotecas, obviamente se abrirían en todo el mundo y ya se hace, pero con un éxito muy irregular y discreto. Porque el secreto no está en las discotecas sino en la isla, su sol y su gente.
No es lo mismo un antro en Ibiza que en Dubai, Egipto, Tel Aviv (Israel) Estambul, Corfú o Las Vegas, por nombrar algunos puntos donde intentan emular el tipo de turismo lúdico predominante en Ibiza. Hace años que quieren hurtar el estilo de Ibiza, pero jamás lo han conseguido, por esto: no es el dj ni es la técnica. Es otra cosa y esta cosa se llama Ibiza, por mucho que la isla ha perdido mucha de su atracción. En suma, Ibiza no necesita discotecas, pero las discotecas sí necesitan a Ibiza.