Desde su exilio belga, Puigdemont sigue, erre que erre, con la independencia de Cataluña. Ahora, con la justicia pisándole los pies, pide una lista unitaria independentista para las elecciones del 21 de diciembre. Yo no sé si ha perdido el juicio definitivamente o no ha entendido aún que el Estado es una poderosa maquinaria que no perdona delitos cometidos de forma consciente. Porque aquí, los que tienen tanta pena por los Jordis o por los consellers catalanes ahora en prisión, deben recordar que durante muchos días se les dijo que estaban incumpliendo la ley, y que gastaban dinero público en convocar consultas ilegales. Eso es malversación, penado con cárcel. De sedición o rebelión se puede discutir, pero hay poco que decir con la malversación. El asunto empieza a ser grave porque no reculan y siguen manipulando a la opinión pública. Cataluña no será independiente, se pongan como se pongan. Eso lo ve cualquiera con sentido común. Por eso me imagino que Puigdemont ha perdido el juicio o, como dicen algunos en las redes, necesita tratamiento médico. Los que ahora critican las decisiones adoptadas por la jueza Carmen Lamela de dictar prisión sin fianza para los exconsellers catalanes estaban encantados de la vida cuando el Parlament sacaba adelante leyes de forma ilegal (lo decían los juristas de la Cámara), se cerraba la primera institución catalana durante semanas, y se aprobaba la independencia con menos votos que los necesarios para votar al director general de TV3. Entonces, flors i vots, todo maravilloso, idílico, un país modèlic, pero ya ha llegado la hora de recuperar el seny. O volver al sentido común o mantener esta locura que no beneficia a nadie.
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