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Opinión/Vicente Juan

Tiempo de vacaciones

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Durante los meses de verano son muchos los que pueden disfrutar de unas merecidas vacaciones. En esos días se dispone de mucho tiempo, que debe ser empleado bien, aprovechándolo de forma enriquecedora. Y para los que tenemos la suerte y la alegría de ser cristianos y vivir como cristianos las vacaciones no pueden ser una pura evasión, ni una dimisión de los sanos criterios morales o una huida de uno mismo o del servicio a nuestros hermanos.

En nuestras Islas de Ibiza y Formentera llegan muchas personas en sus vacaciones, y de muchísimos de ellos, solo podemos hablar bien por como son y cómo se comportan. Yo tengo la suerte de pasar casi todos los días un buen rato en la Catedral y veo la entrada de muchos turistas y como se portan dentro de la Catedral: se santiguan, se sientan o se arrodillan, rezan, veneran las imágenes de nuestra Patrona, la Virgen de las Nieves, de los otros santos que tenemos allí, especialmente Santa Rita y San Juan Pablo II, encienden velas, veo y escucho a padres y madres que, acompañando a sus hijos les explican cosas de la fe y la religión; en definitiva, de muchísimos turistas que veo solo puedo hablar bien y son un buen ejemplo.

Y la gente que vivimos y trabajamos en estas buenas islas también tenemos la posibilidad de hacer vacaciones. Y a ello quiero dedicar esta reflexión para que las vacaciones nuestras sean también un buen tiempo y a nuestro favor.

Las vacaciones ofrecen ante todo la posibilidad del descanso físico y psíquico, y tiempo para la lectura formativa, para la convivencia sosegada y para el encuentro gozoso con los amigos, para conocer otras tierras, gentes y culturas. Son tiempos que cada uno puede utilizar para encontrarse consigo mismo y para dedicarse más intensamente a la familia y darle todo el tiempo que durante el año no le podemos ofrecer.

El descanso es necesario para la salud de nuestra mente y de nuestro cuerpo; y es esencial para nuestra salud espiritual, para escuchar la voz de Dios y entender lo que Él nos pide. El verano nos ofrece una hermosa ocasión para regenerarnos en el espíritu, para fortalecer nuestra fe a través de la oración y de la caridad.

Al disponer de más tiempo libre, podemos buscar espacios para el silencio, la reflexión, la oración y el trato sereno, largo y relajado con el Señor. Hay cristianos que aprovechan las vacaciones para hacer Ejercicios Espirituales, para retirarse unos días en la hospedería de un monasterio, o para peregrinar a un santuario buscando el silencio y el rumor de Dios que sólo habla en el silencio.

A Dios le podemos encontrar también contemplando las maravillas de la naturaleza, de la Creación: el mar, la montaña, los ríos, el amanecer y la puesta del sol, las noches estrelladas, los animales y las plantas, el ser humano nos hablan de Dios, de su bondad y de su amor, y pregonan las obras de sus manos (Sal 18,1-7). Las vacaciones no deberían suponer un alejamiento de Dios; al contrario, son un tiempo para llenarnos de Dios, para dejarle hablar en nosotros y para sumergirnos en Él. Dios siempre nos ofrece su amor. Las vacaciones pueden ser tiempo excepcional para dejarse encontrar o reencontrar personalmente y amar por Él en su Hijo, Jesucristo.

En las vacaciones tenemos más tiempo para compartir con las personas necesitadas, para ejercer la caridad con el prójimo, para acompañar al que sufre soledad, para visitar a los enfermos, para consolar a los tristes, o para dar un buen consejo al que lo necesite.
No olvidemos que el amor auténtico, la caridad, es sobre todo una gracia, un regalo; poder amar es un don de Dios, y debemos pedirlo. Y Él lo da gustoso, si nosotros se lo pedimos.

La caridad es una gracia: no consiste en el hacer ver lo que nosotros somos, sino en aquello que el Señor nos dona y que nosotros libremente acogemos y damos a los demás; y no se puede expresar en el encuentro con los demás si antes no es generada en el encuentro con el rostro humilde y misericordioso de Jesús: en la oración, en el sacramento del perdón o en la Eucaristía. Dios quiera que también nosotros lo descubramos en la Eucaristía, en la que muy bien podríamos participar diariamente en estos días de descanso.

A todos, pues, santas y felices vacaciones.

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