Resulta patente y constatable, que la afluencia de turistas a las islas de Ibiza y Formentera en el transcurso de los últimos 10 años, ha alcanzado un aumento lineal de unas proporciones que conviene considerar, para evaluar su incidencia sobre el medio ambiente y la percepción de la sociedad isleña residente.
Ante todo conviene reseñar, que existen múltiples definiciones de lo que significa el concepto de sostenibilidad, por parte de la Organización Mundial de Turismo (O.M.T), máxima autoridad en la materia. Así se pronuncia la Carta Europea del Turismo Sostenible de los Espacios Protegidos, bajo el patrocinio de la Federación EUROPARC, expresando claramente el concepto de desarrollo sostenible: «Aquel desarrollo que satisface las necesidades de las generaciones actuales sin poner en peligro la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus necesidades» (según el criterio del informe Bruntland a la Comisión Mundial del Medio Ambiente y Desarrollo).
La Carta Mundial de Turismo sostenible, que se suscribió en la sesión plenaria celebrada en Vitoria-Gasteiz en noviembre de 2015, especifica en los considerandos previos: «Considerar la capacidad de carga de los destinos, no sólo en el caso de los sitios naturales, sino también en las zonas urbanas, especialmente cuando la calidad de vida de los residentes puede verse comprometida».
Resulta evidente, que la singularidad que representan la insularidad y la territorialidad limitada, resultan unos factores de máxima importancia a tener especialmente en cuenta en el caso de la consideración de la capacidad de acogida.
La sensación de agobio de los residentes habituales (no ocasionales), se manifiesta en su disconformidad con la masificación de las playas tradicionalmente utilizadas, ruidos a ritmos atronadores en cualquier lugar, colapsos en las carreteras, cortes de suministro de agua, acumulación de residuos, precios de las viviendas, gentrificación del casco histórico, masificación de fondeos en lugares prohibidos y un largo etcétera. Todo ello en flagrante contradicción con lo expresado en los textos anteriores.
Teniendo en cuenta que según los datos de AENA y Ports de Balears el año 2108, se ha cerrado con un tráfico de 8,1 millones de movimientos en el aeropuerto y 2,9 millones en el puerto de Eivissa.
Teniendo en cuenta que las estadísticas de tráfico aéreo en el año 2018, representan un crecimiento de un 2,5% sobre los visitantes del 2017; y que el tráfico marítimo ha tenido un crecimiento del 2% en el 2018, respecto del año anterior.
Teniendo en cuenta que las autoridades locales, autonómicas e industrias turísticas locales, siguen promocionando tercamente las islas en todos los eventos nacionales y europeos.
Teniendo en cuenta que los objetivos argüidos de competitividad en los eventos de promoción turística, son absolutamente contrapuestos con la sostenibilidad, dado que en el análisis se obvia sistemáticamente el componente medioambiental, su deterioro progresivo e irreversible y el descontento creciente de la sociedad isleña.
Teniendo en cuenta que la situación de presión actual, se está percibiendo por el residente como hostil, en los ámbitos urbanos, rústicos y litorales del territorio insular.
Por lo expuesto resulta prioritario y urgente, la realización de un estudio que aborde objetivamente, en función de las infraestructuras/recursos medio ambientales existentes y la percepción de los residentes, la capacidad máxima de acogida de los ámbitos insulares d´Eivissa y Formentera.
La forma coherente para asumir las conclusiones de dicho estudio, sería la declaración previa de la isla de Ibiza, como espacio sensible y limitado a proteger.
De esta forma nuestras generaciones futuras, podrían disponer de un espacio vital respetuoso con el medio ambiente y biomimético con la tierra que los vio nacer y acorde con los principios verdaderos de sostenibilidad que se pretenden.