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Opinión/Jesús García Marín

Hace 60 años...

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Uno de los grandes animadores del mundo del espectáculo y también de la vida cultural cosmopolita en Ibiza fue, sin duda, Elmyr de Hory, aquel pintor húngaro muy simpático que pintaba «al estilo» de otros grandes pintores. Fue un verdadero genio en tomar o no el pelo a las poderosas instituciones de la mediación del arte. Su vida llena de vericuetos y de asuntos turbios encadiló a Orson Welles.

En Madrid, en mayo de 2013, vimos una interesantísima exposición con cuadros pintados «a la manera de» Picasso o de Derain, o de quien se le hubiera ocurrido. Sus biógrafos han incidido en sus falsificaciones y no sólo de cuadros, sino también de documentos para darles visos de legalidad, materia en la que al parecer fue otro genio. En realidad no hay una biografía que cuente a las claras la peripecia vital de Elmyr: su papel en la Centroeuropa nazi, sus dibujos a lo Picasso en París, su estancia larga en EEUU con tantos museos gringos con mucho dinero y como locos por tener obras de los grandes maestros del arte contemporáneo.

Creo que sería muy interesante que dado que todavía deben quedar muchas huellas frescas y amigos del transit gloria mundi de Elmyr por Ibiza, que se hiciera alguna investigación seria o tesis doctoral de los años ibicencos de nuestro artista que llegó a la Pitiusa mayor en 1959, cansado de EEUU, y se refugió en ella. A Soler Serrano le dijo, en la famosa entrevista del programa «A fondo», que uno de los motivos por los que decidió asentar sus reales en la Isla es que entonces «apenas había coches».

No sé qué diría Elmyr del embotellamiento que tiene permanentemente la carretera general hoy, pero lo cierto es que fue una suerte tener a un talento como él en una Isla que tal vez ya no existe.

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