Jesús nos habla de que los dominados por la soberbia, por la autosuficiencia, por su propia valía según el mundo, no pueden aceptar la revelación de Dios. La visión sobrenatural que nos brinda la fe siempre va unida a la humildad. El que se considera poca cosa delante de Dios puede percibir lo que el Señor nos enseña. Jesús dice que bendice y alaba a su Padre que se ha manifestado a los pequeños y a los humildes. «Todo me ha sido entregado por mi Padre». En estas palabras Jesús nos revela su divinidad. El Hijo conoce al Padre con el mismo conocimiento con que el Padre conoce al Hijo. Jesús es Dios como el Padre, Nuestro Señor invita a todas las personas que andan bajo el peso de sus fatigas, luchas y tribulaciones. «Venid a Mí todos los fatigados y agobiados, para que tengamos fe y confianza en Él. El Divino Maestro se dirige a las multitudes que le sigan y son maltratadas, humilladas, abandonadas como ovejas que no tienen pastor. Venid a Mí, nos dice Jesús, y hallaréis el descanso para vuestras almas. Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón. No hay que perder el ánimo ante las pruebas y contrariedades, ante los miedos y los pecados. Hay muchas personas que viven serios problemas económicos, laborales y familiares, con un porvenir incierto, con futuro impredecible. Personas con dificultades para sobrevivir , para llevar una vida digna para ellos y sus familiares. Personas que están trabajando todo el día y no pueden llegar al final de mes.
¿Qué diremos de las personas que no tienen trabajo ni hogar? Personas que subsisten gracias a la solidaridad de varias entidades, como Cáritas, Cruz Roja y almas generosas que comparten sus bienes con los necesitados. Vayamos a Jesús al que encontramos en la oración, y al encontrarlo nos sentiremos amados y consolados por Él. Que nos ayude en este la Virgen María, nuestra Madre, que siempre cuida de nosotros cuando nos encontramos cansados, deprimidos y desesperanzados. Es muy triste qué a pesar del esfuerzo de tantas personas de buena voluntad para ayudar a los necesitados, existen los que carecen de lo estrictamente necesario. Personas dependientes que necesitan afecto, cariño, compañía en su soledad. Esas personas tienen derecho a una vida digna y confortable. Si un padre de familia, ve que no tiene lo necesario para sus hijos, son, para ese padre, momentos y días de una realidad vergonzosa e indignante. La riqueza no está adecuadamente distribuida. Es una gran injusticia que existan estos casos. Unos lo tienen todo, otros no tienen nada. El compendio de todas las injusticias es que en este XXI, haya personas humanas como nosotros que mueren de hambre. En algunos hogares, hemos oído más o menos, este diálogo. Dicen algunos que no se trata solamente de la comida, hay muchos gastos: la luz, el agua, el alquiler, el gas.
Nosotros, dicen no tenemos lo suficiente para cubrir estos gastos ordinarios. Estas familias con harta y seria preocupación manifiestan esta cruda y penosa realidad. Pidamos al Señor hoy y siempre, por los trabajadores que sufren. Reconozcamos la dignidad del trabajo.