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Tradición y solera

Facahada del Club Náutico de Ibiza. | Daniel Espinosa

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Que un pueblo tan marinero como el ibicenco se quede sin su Club Náutico es algo peor que un crimen, es una estupidez. También sería una cobardía emputecida que cambiaría los atraques, por atracos. Por eso tengo esperanzas de que el Club Náutico de Ibiza batalle y venza, con el apoyo de la sociedad y fuerzas políticas, ante las delirantes y continuas dentelladas de tanto tiburón especulador que juzga a la isla como una ramera babilónica.

Después de siglos luchando a sangre y fuego contra los piratas berberiscos que asolaban la costa pitiusa, vienen unos fondos sin alma prestos a comprar a golpe de chequera y transformar la personalidad isleña. El resultado suele ser grotesco y a menudo ruinoso, aunque muchos bolsillos de los que tienen autoridad portuaria, pero ni idea de navegación, puedan quedar bien engrasados.

Los corsarios ibicencos ganaron fortuna y gloria gracias a su valor. También libertad y honra para Ibiza y Formentera. La ciudad de Ibiza es la más antigua de Baleares y fue la colonia más próspera del imperio navegante de Cartago. Los romanos de Escipión no pudieron rendirla y solo pasó –como ciudad confederada— al imperio de los mamones más famosos de la historia, Rómulo y Remo, cuando Cartago fue destruida.

El Club Náutico recoge la historia y personalidad ibicencas y realiza una gran labor social y recreativa, cuenta tradición y solera.    ¡Hay más cosas a tener en cuenta que el dinero! Un falucho de vela latina es infinitamente más elegante que un pepino motorizado que solo llama la atención de los horteras de agua dulce. A estas alturas de éxito turístico debiéramos saber protegernos mejor.   

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