La que se ha liado en este país con la gestación subrogada ha sido tremenda. Una polémica absolutamente desproporcionada e injustificada, como corresponde a los tiempos que vivimos, de precampaña electoral. Tras la noticia de la maternidad de Ana Obregón por gestación subrogada y el cambio de postura del PP al respecto, mostrándose proclives a abrir un debate sobre la regulación de esta compleja y delicada realidad, la izquierda salió en tromba para atacar a los ‘populares', calificando el fenómeno de «violencia y explotación contra la mujer». Así lo calificó la consellera de Presidència del Govern balear, Mercedes Garrido, además de un buen número de dirigentes socialistas y ministras y ministros del Gobierno. Con toda seguridad, Garrido no sospechaba que uno de los candidatos sorpresa de Francina Armengol para acompañarla en su lista al Parlament, situado en el 6º puesto, justo detrás de Garrido, optó por la gestación subrogada para formar una familia. Señalado cruelmente por el partido cuyas siglas iba a defender en un inminente proceso electoral, Oriol Lafau no ha tenido más salida que renunciar. Pero la renuncia en este caso es casi lo de menos. Lo peor es que el PSOE y Unidas Podemos estén descalificando a tantos miles de personas, cuyas circunstancias personales y familiares desconocen.
¿Es admisible juzgar con tanta severidad lo que se ignora por completo? La casuística es incontable y habrá de todo, pero la izquierda ha señalado a los progenitores que optaron por la gestación subrogada con una severidad sin parangón. Sin pensar cuántos de sus propios compañeros de partido y candidatos son padres y madres a través de esta fórmula, acusados ahora de ejercer violencia contra la mujer. A la ligera y cruelmente. Solo por atacar al PP, que ahora se adhiere a Ciudadanos y se abre a regular esta realidad.