Otro año más de sonrisas, fiestas y mucho dinero público. Ese podría ser un escueto resumen de la principal feria turística nacional. Este evento que aglutina el interés de los que acuden y absolutamente nadie más, es probablemente el evento más sobrevalorado al que acuden nuestros representantes sin una función específica más allá de hacer costosas presentaciones que únicamente ven los propios ibicencos que acuden a ellas.
No tardarán en decir las bondades de los supuestos beneficios económicos de acudir a esta feria, aunque es bien sabido que los únicos que tienen algo que ofrecer son las empresas, no las instituciones. Con imágenes paradisiacas que nada tienen que ver con la realidad del verano en Ibiza y con un exceso de corbatas y palmaditas en la espalda, FITUR es el encuentro nacional en el se apartan las diferencias políticas y todos se apuntan a fingir que están trabajando muy duro.
Los discursos y las presentaciones no aportan absolutamente nada nuevo y se podrían hacer de un año para otro sin alterar una sola coma: cifras récord, fechas de apertura de discotecas y algún anuncio político. Como novedad, este año es justo reseñar el acuerdo con Booking para perseguir alquileres turísticos ilegales y el nombramiento de Vicent Marí como presidente de Spain Convention Bureau.
No hay un solo mortal que tenga el menor interés en lo que se dice o hace en dicha feria, salvo los que acuden a gastos pagados por el contribuyente. Se trata de unas vacaciones para adornar las redes sociales de una fingida alegría. Se atreven incluso algunos a pontificar como si las administraciones públicas tuvieran la menor capacidad o hubieran adoptado decisión alguna para orientar el mercado turístico, nada más lejos de la realidad. En fin, enhorabuena a los agraciados.