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Borrones y tachaduras

Rectifico: ¡Formentera da envidia!

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La crítica mordaz y el desencanto hacia la realidad social de España o de alguno de sus territorios, no son nada nuevo. Los más brillantes escritores de nuestra literatura, como Larra, Unamuno, Baroja, Azorín, Menéndez Pelayo, Ortega y Gasset, y tantos otros, hicieron de la columna de opinión su trinchera, lanzando dardos contra la sociedad, los políticos y los gobernantes de su tiempo.

Valle-Inclán, por ejemplo, dijo que «el esperpento es la manera de representar la España de nuestras horas». En ‘Luces de bohemia’ sentenció: «En España el mérito no se premia. Se premia el robar y el ser sinvergüenza. Se premia todo lo malo». Suerte que el entonces presidente del Gobierno era el mallorquín Antonio Maura, porque si llega a ser Lorenzo Córdoba, le acusan de xenófobo y le exigen una rectificación. Decir algo parecido sobre Formentera sería motivo suficiente para ser declarado persona non grata por el Consell Insular.

Por mi artículo publicado el viernes 16 de agosto, titulado ‘Formentera de pena y asco’, tan desacertado como de costumbre, se me imputa la intención de «generar odio» y escribir ideas «cercanas a la xenofobia». La incomprensión y la hostilidad con la que fue recibido refuerzan mi convicción de que, a veces, es necesario decir lo que otros no quieren escuchar.

Mi intención no fue herir a nadie y mucho menos difamar a todo un pueblo, sino despertar una discusión sobre la situación política que atraviesa la isla y las actitudes de quienes la gobiernan y habitan. En su lugar, la indignación se ha dirigido hacia mi opinión, que no tiene por qué ser compartida, pero sí respetada, si es que se tiene algo de demócrata.

Era previsible que a algunos no les gustara lo que escribí. Aunque no cité a nadie, hay quien se sintió aludido, ellos sabrán por qué. Lo que no esperaba era que gente tan notable tuviera tal desconocimiento y desprecio de lo que son y representan dos derechos fundamentales reconocidos en la Constitución, la libertad de expresión y la libertad de prensa. Hasta el punto de que, a juicio de un puñado de ciudadanos ofendiditos, entre los que se halla un notario –no bromeo– y dos periodistas, –así anda el gremio en Formentera, donde dos esbirros lamebotas se apuntan a censores–, mi artículo es «un hecho deleznable» y si no se rectifica, este periódico es «cooperador necesario».

Muy sensibles

La virulenta reacción, capitaneada por el presidente del Consell de Formentera, Lorenzo Córdoba, en su búsqueda de enemigos a quienes responsabilizar del absoluto caos político al que ha conducido a la isla, me ha hecho abrir los ojos. Ya no pienso como antes, sino de forma contraria. Confío que será al gusto de los ofendiditos agrupados en una ignota plataforma de recogida de firmas en Change.org.

Dije que «la maquinaria política, institucional y mediática de la isla está engrasada para hacer que todo escándalo sea disimulado, para que nadie se entere de nada, allí donde, además, a nadie le interesa saber demasiado». Me refería, obviamente, a los indignados que han salido en tromba, tan pronto como el mariscal Córdoba tocó la corneta, para envolverse con la bandera de la isla y evitar toda crítica. Mis palabras les indignan más que llevar más de dos meses con el Consell paralizado, sin gobierno insular y con un presidente que exige un sobresueldo de los «fondos reservados» del Govern porque está arruinado, según dijo.

Gobierno inviable

Dije en mi desacertada columna que ahora rectifico, como se me exige, que «el nivel político de Formentera siempre fue paupérrimo, penoso y corrupto». Aunque en esa isla he visto cosas peores que las que hacía Unió Mallorquina en sus peores tiempos, ahora, a la vista de los argumentos que se me hacen a la contra, lo veo de forma distinta.

El nivel político de Formentera siempre fue brillante, esplendoroso y admirable. Cuando la expresidenta Alejandra Ferrer (Gent per Formentera), pide la declaración formal de la inviabilidad del Consell y la convocatoria de elecciones anticipadas, –algo inviable legalmente–, está muy equivocada. El Consell de Formentera no sólo es viable, sino que su gestión es altamente beneficiosa para toda la ciudadanía de la isla. Es modelo, molde y ejemplo para toda España. Qué digo, España. ¡Para toda Europa! ¡Y me quedo corto!

No hay parlamento democrático en el mundo donde se debatan asuntos de mayor interés para la ciudadanía, de forma ejemplar y más constructiva. Donde el propio Córdoba aventa graves insinuaciones hacia sus excompañeros de partido, aunque nunca las concreta. Eso no supone manchar la imagen de la isla, pero a mí, un humilde columnista foráneo, se me exige poner nombres y apellidos al pringue general. Les advierto que medito hacerlo, pero cuando haga menos calor y se sude menos.

Saldréis escaldados

Afirma el presidente más brillante, digno, honrado y trabajador que haya tenido jamás esta pobre tierra, Lorenzo Córdoba, que Formentera «es un lugar donde las personas nos esforzamos cada día para construir una vida mejor para nosotros y para nuestros hijos». Tiene razón. Esa es su motivación, aunque el plural es mayestático. Se refiere a mejor para sí mismo y para su familia, literalmente, como ha demostrado e incluso confesó a sus consellers. Todos lo hemos oído. «Yo no tengo ningún problema en explicar que defiendo a mi familia. Pero no me intentéis atacar por aquí porque saldréis escaldados», dijo. ¡Cuánta razón tenía!

Allí estaba Artal Mayans, el único conseller del equipo de gobierno, que también exige de mí una rectificación y una disculpa. No le importa que yo diga que la política de Formentera da asco y pena, pero no tolera que afirme que Formentera da asco y pena. Se trata de un matiz importante. Como tiene razón, rectifico y le complazco: Formentera no da asco y pena. Son sólo los políticos de Formentera los que lo hacen. Él y el presidente Córdoba, de forma muy destacada.

Dice Artal: «No pienso tolerar ese titular. Espero una carta publicada con una corrección y una disculpa, si no, no tenemos más que hablar». Sólo le faltó retarme en duelo detrás de la iglesia, con armas de fuego y fiel de lides, para reparar la ofensa a la antigua. Pero déjeme decirle que no ha llegado el día en que un concejal de Formentera dicte los titulares que publica un periódico. Ese es un poder que no tiene ni Pedro Sánchez, amigo Artal, así que no se ponga espléndido y deje de hacer el ridículo.

Esa «puta legislatura»

«Yo tenía ciertos problemas que los llevo arrastrando toda la puta legislatura, que he cerrado un negocio y que me he dedicado a esto (la política) porque yo lo he escogido, está claro. Lo único que estoy mirando es negociar una posibilidad de que yo, aparte de que quiera hacer política, no por dinero, no nos tengamos que ir a la mierda yo y mi familia. ¿Qué se saca en notas de prensa? Lo que no haré será dejar que se manche mi familia y mi imagen por un ataque de celos y por una tontería». Esto dijo Lorenzo Córdoba y lo hemos oído todos. Acto seguido, advirtió: «Os estáis cavando una fosa como partidos. Yo no saldré perdiendo».

El presidente Córdoba puede calificar su mandato de «puta legislatura» pero yo debo abstenerme de sentir repugnancia por la situación a la que él ha conducido deliberadamente al Consell de Formentera. Debo ser muy exquisito.

Fue Artal Mayans quien le dijo a Córdoba: «Si sale que has ido a pedir un dinero extra para tus motivos personales, esto nos afectará». Y el presidente le replicó: «Yo me defenderé, no te preocupes. Es que no es una cosa ilegal. ¿Es bonito? No, es deleznable». Como es de ver, el Consell de Formentera está en manos de dos políticos envidiables y ejemplares que, además, hacen el trabajo de siete, lo que permite ahorrar un dineral en sueldos. Y es por esto que ahora opino que la ciudadanía de Formentera debe estar orgullosísima de su clase política.

Córdoba puede calificar de «terroristas» a la mitad de los representantes de la ciudadanía de Formentera representada en el pleno, pero yo debo disimular la grima que produce el espectáculo nauseabundo que a diario y desde diciembre, viene protagonizando.

El presidente de Formentera puede afirmar que «4.000 euros me vendría fantástico y estaría bien, ¿4.000 euros es mucho?». Luego dijo: «Yo y mi familia nos estamos muriendo de hambre» y «si supiera cómo encontrar 3.000 euros ya los tendría», pero yo debo privarme de criticar lo que, sin lugar a dudas, es corrupción de la peor.

Me acusan los ofendiditos movilizados por Córdoba de rozar la xenofobia, pero fue el presidente quien dijo: «Si se le está pagando a un chivato o a un moro para que dé información a Interior, ¿no se le va a apagar a un diputado que está apoyando a la presidenta?». Se refería a su exigencia de más dinero, en lo que supone toda una extorsión que no parece escandalizar a nadie en Formentera. Pero eso no les indigna a los ofendiditos. Los envidio.

Córdoba afirma en su carta donde me exige que rectifique mi opinión: «La ética y la integridad son valores que en Formentera apreciamos profundamente en nuestra vida cotidiana». Es un cínico envuelto en la bandera de Formentera. Pero no hay enseña que pueda tapar sus vergüenzas, desde el sobresueldo que reclamó «de los fondos reservados» (con los que se paga a «chivatos» y «moros») hasta el concurso de los chiringuitos de playa. Él es el problema porque su sola presencia lo tizna todo. Su «gobierno» está compuesto por dos personas a las que ninguna formación da apoyo, pero se atreve a atacar a un periodista crítico y recoger firmas contra un «maestro de la verborrea hiriente y falsaria». Al menos yo no le cuesto un céntimo a los ciudadanos de Formentera. Y sepan todos que a mí no me puede comprar. No estoy en venta ni trabajo en Ràdio Cordobilla.

Ultrajados

Si por un artículo inofensivo se sintieron ultrajados y se dieron por aludidos en lo relativo a la corrupción, por algo será. Pero rectifico. Formentera es la envidia de Europa entera. ¿Contentos? En cualquier otro lugar de España, la ciudadanía protestaría y saldría a la calle. En Formentera, no. Aquí se exige al columnista que corrija su opinión y piense como ha ordenado la autoridad insular; pero les importa poco que la isla esté desgobernada por un tipo sin escrúpulos, al que lo único que le interesa es cobrar su opulento sueldo un mes más. En fin. Sigamos en la inopia, donde se está tan a gusto y tan ricamente.

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