No existen navidades clónicas pero deberíamos reflexionar en los clones que representaremos en la Navidad del 2024. Antes de que se alce el telón, la sobredosis publicitaria y la liturgia consumista ya se han iniciado. Nada es homeopático en la Navidad. Ni la gastronomía, ni los gastos, ni los regalos ni por supuesto las broncas familiares. Todo en demasía. ¿Qué vínculo establecemos con la Navidad? Muchas personas muy negativo. Ciertos anuncios navideños martirizan a los ‘navidofóbicos’. Muchos rechazan la programación publicitaria que nos vende y exige felicidad. No es nada extraño ya que hay varias personas que están en un proceso de elaboración de sus duelos y que la Navidad y ciertas fechas de aniversario actúan como una Termomix, removiéndolo todo. El cóctel es emocionalmente muy tóxico. No obstante nunca hay que olvidar que si borramos nuestros recuerdos autobiográficos perderíamos gran parte de lo que somos. A fin de cuentas, más importante que el lugar en el cual nos hallamos es el camino que recorrimos para llegar.
Muchos rechazan la hipocresía, la falsedad, la imposición de felicidad colectiva, el reunirse con la familia con la que no te llevas bien, el carrusel de compras, ‘la Navidad es cuento’. Sin embargo, a otras les gusta la Navidad y valoran las reuniones familiares. Otras recuerdan a sus familiares que no están. Otras añoran con nostalgia la infancia ya lejana pero que siempre vive con nosotros. Para otras la vivencia es agridulce. Reconozcámoslo: no siempre la familia es un paraíso celestial. Cuántas intimidades congeladas hay en las relaciones familiares, cuantos ajustes de cuentas aplazados que se escenifican y entonces se arma el Belén. Cuántas familias están atrapadas en el malentendido: algo que ocurrió o se habló, fue visto y sentido de diferente modo por dos miembros de la familia lo que creó un malentendido del que no se volvió a hablar más; dos ideas distintas y encontradas. Cuando se explora el malentendido silencioso nos solemos encontrar no solo con que ambas opiniones y sentimientos son aceptables sino con que no son tan contrarios ni están tan alejados. Todo se mezcla : experiencias del pasado (la silla vacía: los duelos donde los ausentes se hace muy presentes, las experiencias infantiles abandonadas o traumáticas, las carencias y el maltrato en la infancia, etc) y el presente con rupturas afectiva recientes, conflictos familiares no resueltos, emociones negativas mal gestionadas, persistencia de mega dosis de resentimiento, situaciones familiares y personales que provocan un gran sufrimiento, el paro, la solo-edad, situaciones de gran vulnerabilidad y dependencia, la ausencia de recursos económicos etc.
No existe el espíritu navideño. No hay menú de espíritu navideño. Todo se amplifica por mil: lo que somos y lo que no somos y pudiéramos haber sido. Las navidades es una caja de resonancia de nuestros decibelios emocionales. Uno vuelve a su casa, infantilizándose, con los zapatos de la primera comunión y esto favorece que emerjan sentimientos egodistónicos con los hermanos y con los padres. Jode el reencuentro y el encontronazo. La Navidad es un buen test de estrés para nuestra ITV emocional y para inspeccionar nuestras tácticas vitales. Qué bien estar vivos y reencontrarnos así como podamos si así lo queremos. La Navidad nos convoca a dejar la ‘quejorrea’ narcisista en stand by. Es fácil dejarse llevar por la rabia y el resentimiento. La clave es querer, a nosotros mismos y al prójimo. Somos los vínculos que tenemos y lo que nos queda de tiempo por vivir. La Navidad es un buen tiempo para plantearnos cómo actualizamos el pasado, el presente, cómo nos apegamos y como no podemos dar aquello de lo que carecemos. Y con respecto a los apegos a los que estamos atrapados: no te preocupes nunca por las personas de tu pasado porque hay una razón por la que no están en tú presente y por la que no llegaron a tu futuro. Feliz Navidad del 2024 (no existen otras).Molts d’anys. Ennavidense.