Caudillo ‘new age’

El déspota salió de su retiro dispuesto a asaltar el poder absoluto de una manera tan descarada que en cualquier república bananera sería tildado de golpe de estado. Es el peor dirigente desde el nefasto Fernando VII, a quien se las ponían como hoy dan cátedras a la ‘esposa’ o inventan puestos al ‘hermanísimo’.

No es que antes tuviera vergüenza alguna, ya se conoce su carrera de tahúr con cartas marcadas, cómo le echaron del partido por tongo, cómo regresó con su cuadrilla Torrente para ser «el puto amo» de una banda emputecida de pícaros, lacayos y cobistas, tesis fake y sádica resiliencia, más cursi que un repollo y caradura de cemento armado, confianza que otorga un ego psicopático que pasará a la Historia por aprovecharse de un sistema podrido de mafiosa partitocracia.

No ganó las elecciones, pero el sistema –cainita alérgico al seny de una gran coalición— le permite forjar alianzas con los enemigos de España para mantenerse en el poder. ¿Qué más da sufrir de insomnio cuando se puede mandar y mentir a rienda suelta? Visto que un prófugo separatista le da siete votos fundamentales a cambio de…, que comunistas de salón que nada tienen que ver con el califa Julio Anguita le toleran cualquier desmán totalitario y corrupta putrefacción, que se apoya tanto en despreciables agentes del terror como en populistos de dacha y chacha, ciertamente echamos de menos una segunda vuelta electoral al modo galo. Al menos los parásitos no serían tan radicales.

Para consumar su huida hacia adelante como caudillo new age falta el tiro de gracia a los que osan investigarlo, llámense la UCO, jueces o prensa libre. Y en eso anda el audaz desesperado, o césar o nada, o corte o cortijo, o el poder o la trena.