Esto del sándwich de un transportista allende los Pirineos que ha provocado un brote de peste porcina en Cataluña es como el aleteo de una mariposa en México que causa un tifón en Sumatra. Cosas de las relaciones, casualidades, sincronicidades y globalización.
Ahora bien, ¿de qué era el bocata? Posiblemente de alguna marranada tipo salami mezclado con aroma industrial de trufa, arrojado despreocupadamente por la ventana en cuanto el camión pisó la tierra del jamón ibérico, de mucha más alcurnia que la marrana emperatriz de Blandings que alababa Wodehouse. Luego un solitario jabalí de tantos miles que rondan cada día por las basuras se abalanzó sobre tal porquería y la cosa se propagó como la peste que es, poniendo en jaque salud porcina y economía nacional.
Y los encargados de la cosa han movilizado a la UME con una rapidez que ya hubieran querido para sí los seres humanos afectados por recientes tragedias. Pues en estos tiempos corruptos de sálvese quien pueda, han brotado dudas muy siniestras de salón progre en caso de emergencia con la máxima de sauna de que si quieren ayuda, que la pidan.
Pero esto de las causalidades no deja de ser curioso. Al poderoso Abalos se le empezó a torcer todo cuando su «puto amo» le mandó a recibir a Delcy y sus maletas. Pero seguía siendo defendido por sus compañeros de partido hasta que, con un pie en la trena, empezó a cuestionar las apetencias monetarias de las relaciones íntimas del amo, terroristas incluidos. De ahí a tirar de la manta o el bocata por la ventana solo hay un paso, y la peste avanza entre un gobierno putrefacto donde nadie quiere ser el primer cerdo sacrificado.