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Opinión

La decepción como elemento central

| Ibiza |

Mucho se ha escrito y mucho se seguirá escribiendo sobre los diversos modos de hacer política. Ciertamente sigue siendo a día de hoy un elemento de debate muy interesante. Nuestra todavía joven democracia es un escenario excepcional para tratar de analizar cómo se entiende la política en cada momento. Hemos vivido diversas fases claramente diferenciadas y de todas ellas se ha podido sacar alguna conclusión clara.

Despues del final de la dictadura franquista, tuvo lugar una transición a la democracia actual, por medio de la cual nuestro país se convirtió en una monarquía parlamentaria. El modelo de transición, es un primer elemento de debate, con sus defensores y sus detractores, pero que permitió acabar aprobando una Constitución y en el que participaron partidos políticos de diversas tendencias. Para ello se hizo necesario que unos y otros renunciaran a parte de sus aspiraciones y del propio ideario, para poder llegar a un consenso que permitiera el desarrollo de la democracia en nuestro país.
A partir de aquí hemos visto como se sucedían diversas tendencias al frente de los gobiernos que han tenido la responsabilidad de gestionar nuestras vidas. Se empezó con un gobierno encabezado por un incipiente partido político de centro, que en realidad estaba conformado y dirigido por diversos personajes provenientes del anterior régimen franquista. A partir de aquí se han sucedido diversas tendencias al frente de la gestión política, con una primera fase marcada por el bipartidismo de PSOE y PP, que dio paso a la situación en la que nos encontramos actualmente. A día de hoy y desde hace ya algunos años, para poder formar gobierno hay que buscar pactos con otros partidos distintos a los dos grandes. Con todo ello se ha creado un escenario político complicado que dificulta enormemente la gestión política y que obliga a grandes y pequeños a ceder en sus aspiraciones particulares para poder conformar una mayoría de gobierno.

Dicho todo esto, lo cierto es que a día de hoy ante la inexistencia de una mayoría absoluta de un partido que le permita gobernar en solitario, nos encontramos políticamente en un autentico barrizal en el que resulta muy difícil seguir manteniendo determinados valores democráticos, provocando con ello una decepción social colectiva que mes a mes sigue creciendo. Hace ya algunos años, Daniel Innerarity un articulista de «el país» y catedrático de Filosofía Política y Social decía en uno de sus artículos «la política es fundamentalmente un aprendizaje de la decepción» y, viendo el panorama actual, ciertamente esta frase podría ser un reflejo de la realidad en la que estamos inmersos.
Están siendo los propios partidos políticos quienes con su actitud arrogante y con su grotesca forma de actuar, están alejando al ciudadano del interés por la política y haciendo que cada día resulte más difícil creer en la capacidad de todos ellos, sean de izquierdas o de derechas, para gestionar y resolver la mayor parte de los problemas que nos acucian. Cada partido vive encerrado en sí mismo, incapaz de ver los errores que van cometiendo y por lo tanto sin capacidad y voluntad alguna de corregirlos. Vemos como gobierno y oposición acaban actuando de la misma forma; en ambos lados hay elementos que distorsionan la manera en que la sociedad entiende que nuestros políticos deberían actuar y ello hace que la misma se vaya distanciando paulatinamente y perdiendo el interés en la gestión de nuestros gobernantes y en la de quienes aspiran a serlo. Mientras, todos ellos siguen repitiendo una y otra vez los errores que ya cometieron anteriormente.

En el artículo que antes citaba, dice su autor que pueden ser «dos de las más comunes fuentes de desafecto hacia nuestros representantes: la corrupción y el desacuerdo» y, efectivamente vemos como son ambas cosas las que marcan nuestra política desde hace ya bastantes años. Es manifiesta la falta de voluntad a la hora de intentar alcanzar acuerdos que resuelvan los graves problemas a los que se enfrenta nuestra sociedad, se prioriza lo particular frente al interés general, cerrando con ello la puerta en muchas ocasiones a lo que puede ser la única opción real. Y qué decir de la corrupción, ese tumor maligno que ha afectado a la gran mayoría de fuerzas políticas. Es otra realidad en la derecha y la izquierda, pero de la que nadie aprende absolutamente nada. Todos acusan al rival de lo mismo que en algún momento también ha ocurrido en su propia casa, sin que ello les haga reflexionar en lo más mínimo. Solo prevalece lo del y tú más, en lugar de buscar las formulas necesarias para que ello no siga ocurriendo.

A día de hoy nuestra democracia está castigada no solo por el incesante auge de la extrema derecha, también se está viendo afectada negativamente por la falta de nivel político de los principales actores de la misma, los partidos políticos y quienes nos representan a todos a través de ellos. El insulto fácil y la ausencia de la necesaria autocrítica, están siendo los principales elementos que abonan una creciente decepción entre quienes deseamos ver capacidad de gestión y de acuerdo, en lugar del permanente, vulgar y estéril enfrentamiento actual.

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