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Borrones y tachaduras

Indignadas con la palabra «charo» y no con Paco Salazar

| Ibiza |

Hay ciertas políticas a las que una no puede criticar, porque te llueve una manta de tuits que te dejan baldada. Pero como yo tengo la coraza gruesa, sus ataques en redes sociales y sus pogromos, ya vistos tantas veces antes, me hieren como la lluvia al caer, esto es nada. Pero la ocasión me viene que ni pintada para demostrar qué clase de personas son y qué mundo nos pretenden imponer. La Associació de Dones Progressistes d’Eivissa, que no son otra cosa que las mujeres de la FSE-PSOE, han montado en cólera porque el viernes pasado usé la palabra «charo» para referirme a Elena López, la portavoz socialista en el Consell d’Eivissa.

Según ellas, es un insulto machista «hacia todas las mujeres». Coincide la polémica con la publicación de un delirante opúsculo por parte del Ministerio de Igualdad, en manos de las feministas socialistas, que afirma que la utilización del término en cuestión es violencia contra la mujer. Pero el significado de las palabras no lo dictan ni colectivos oportunistas ni partidos necesitados de cortinas de humo. «Charo» no es lo que ellas dicen que es. Y lo saben. La palabra nació como un apodo popular ligado a un tipo de comportamiento – político, digital y militante –, no a un género. En redes se usa para describir perfiles fanatizados, devotas del argumentario, aferradas al estribillo oficial del día. Pretender transformar eso en un ataque global a todas las mujeres es, sencillamente, manipular el lenguaje para criminalizar la crítica política. Ya lo hemos visto antes.

IGUALDAD

Que ahora el Ministerio de Igualdad publique un informe señalando la palabra como si fuera un término prohibido no hace más que evidenciar que tratan de convertir en dogma lo que no es más que una etiqueta coloquial. No les interesa el matiz ni la realidad. Les interesa decretar qué se puede decir y qué no. Pero lo más llamativo no es su interpretación caprichosa del vocabulario. Lo verdaderamente escandaloso es lo que callan. Mientras proclaman que el término «charo» es una forma de violencia – se dice pronto –, guardan un silencio sepulcral sobre el caso Salazar, que golpea de lleno al PSOE y que revela un comportamiento gravísimo de quien fue uno de los máximos responsables socialistas en materia de igualdad y cómo ese partido, que se proclama falsamente feminista, lo tapa y coacciona a las denunciantes para que se callen de una vez.

SIN CONDENA

Ese escándalo no suscita en las combativas feministas ibicencas ni una frase, ni un comunicado de condena, ni un reproche. Nada. Para eso no hay indignación, ni manifiestos. La violencia de un baboso y tocón jefe del partido, muy próximo al secretario general Pedro Sánchez, como lo eran José Luis Ábalos y Koldo García, no despierta en ellas la menor irritación, ni un manifiesto, ni una exigencia de explicaciones, ni un triste tuit para lavarse la cara y disimular. Cero reacción.
El feminismo impostado, de quita y pon, tan propio de las Dones Progressistes d’Eivissa, tiene estas cosas: solo se activa cuando conviene al partido. Cuando el agresor sexual tiene el carné del PSOE, desaparece en cuestión de segundos.

Y aquí está la clave de esta polémica artificial: convertir un artículo crítico con la portavoz socialista – titulado «La indigencia política de Elena López» – en una cruzada moral para distraer al público del verdadero incendio. Les resulta infinitamente más cómodo montar un escándalo semántico que enfrentarse a la caída moral y política que implica el caso Salazar para el PSOE y para su propio discurso. No voy a pedir disculpas por usar una palabra cuyo significado no puede ser secuestrado por nadie. Mucho menos por quienes llevan años estableciendo un doble rasero insultante: hipersensibilidad escénica cuando les critican, silencio absoluto cuando el escándalo sexual afecta a los suyos.

Las palabras tienen sentido porque la sociedad se lo da, no porque lo dicten comités feministas a quienes, personalmente, no reconozco ninguna autoridad en la lucha a favor de la igualdad sexual y los derechos de las mujeres. Llevo yo muchos años en esa trinchera y no acepto lecciones de arribistas recién llegadas, con miopía selectiva. Y si el mayor problema que encuentran en mi artículo es el término «charo», es que el mensaje les ha dolido donde más les duele: en la incoherencia propia, persistente, sostenida en el tiempo e inapelable.

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