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Semana del 25N en Ibiza: «Si ella no es mía, ¿de quién es?»

Can Ventosa presenta ‘Lo normal’ a cientos de alumnos de Secundaria de Vila, una obra para reflexionar sobre la violencia de género

Un instante de la obra de teatro 'Lo normal' | Foto: Moisés Copa

| Ibiza |

Can Ventosa acogió ayer la obra Lo normal, de la compañía El Terral, un teatro-coloquio que invita a cuestionar la violencia «normalizada» en las relaciones y la repetición de roles sexistas. «El objetivo es sensibilizar a la juventud y fomentar la igualdad en todos los ámbitos. La concienciación y la educación de los más jóvenes es esencial para combatir esta lacra social y, por eso, el Ayuntamiento de Eivissa impulsa actividades específicas dirigidas a la juventud», destacaron desde el Consistorio, resaltando la lucha contra la violencia machista.

En este sentido, unos 600 alumnos de Secundaria del municipio de Vila contemplaron esta impactante representación orientada especialmente a jóvenes con el objetivo de visibilizar la violencia machista y las múltiples formas en las que sigue manifestándose en el mundo. Los actores guiaron al público por una sucesión de escenas, datos y testimonios que, lejos de dejar indiferente, subrayaron la cotidianidad con la que todavía se normalizan conductas abusivas. La obra arrancó con titulares reales de crímenes machistas y de violencia vicaria, para contextualizar una problemática que, según recordaron ambos, tiene raíces históricas profundas: mujeres subordinadas, repudiadas y castigadas por no cumplir roles impuestos.

Casos

Los intérpretes evocaron casos extremos, como prácticas tradicionales en Papúa Nueva Guinea donde mujeres eran sacrificadas, o la realidad de 12 millones de niñas casadas antes de alcanzar la mayoría de edad. También denunciaron la mutilación genital femenina y la trata, recordando que las mafias de explotación sexual mueven hoy tres veces más dinero que la esclavitud en cuatro siglos. La violencia, insistieron, no es un fenómeno lejano: Estados Unidos registra tres feminicidios diarios, una cifra similar a la de países europeos como Francia o Italia. En España, lamentaron, medio millón de mujeres se encuentran bajo seguimiento policial por riesgo de violencia de género. En la misma obra también cuestionaron la pasividad social ante situaciones que se perciben como «lo normal», y desmontaron frases que se repiten entre los agresores, como «Si no es mía, ¿de quién es?», o entre las víctimas: «Pensaba que no me iba a hacer nada», «Fue culpa mía» o «Me dijo que sería la última vez». Recordaron que el entorno apenas denuncia: sólo el 2 % de los casos llegan a conocimiento de las autoridades por familiares o allegados.

Mencionaron, además, la cifra de más de un millón de llamadas al 016 en 16 años, reflejo de la magnitud del problema. La obra también repasó decisiones judiciales que han generado indignación social: casos en los que agresores fueron absueltos por «no entender la negativa de la mujer»; situaciones de abuso grupal donde se interpretó que la víctima estaba ebria o ellos tenían «percepción distorsionada»; o valoraciones como las de un juzgado de Vitoria, que preguntó a la víctima si había «cerrado las piernas». También se recordó la sentencia del caso de Roma, donde un conserje tocó el glúteo a una estudiante: un acto de menos de diez segundos que la Fiscalía quiso castigar con tres años de cárcel, pero cuya relevancia fue cuestionada socialmente. «¿Tenemos que cronometrar el abuso para que cuente?», plantearon ante el público.

La interpretación enlazó estas realidades con legislaciones internacionales donde incluso se castiga con la muerte a mujeres acusadas de adulterio, como en Irak. La obra también incluyó referencias a episodios mediáticos recientes, como el caso Rubiales y el beso no consentido a una jugadora de la Selección. «Muchos creen que se exageró», apuntaron, subrayando cómo ciertos discursos siguen blanqueando comportamientos que, en otros ámbitos laborales, serían motivo de denuncia.

Expresiones como «pierdan peso» o «cuando se casen cambiarán el fútbol por la cocina», son algunas de las frases emitidas hace muchos años durante un partido de fútbol femenino. Décadas después estas declaraciones dieron paso a titulares como «niñatas caprichosas». Así calificaron los medios y los dirigentes de la Real Federación Española de Fútbol (RFEF) a las 15 jugadoras que, en 2022, renunciaron a la Selección en protesta contra condiciones inadecuadas y un entorno tóxico.

Estos fueron algunos de los ejemplos que trasladaron ambos actores a los jóvenes de una cultura todavía atravesada por el machismo. La representación concluyó con un mensaje orientado a la toma de conciencia y a la necesidad de acompañar a las víctimas para que puedan «abrir los ojos» y romper el aislamiento al que suelen ser sometidas. Insistieron en la importancia de no blanquear comportamientos que sostienen una violencia estructural que, aunque a veces invisible, continúa presente en todos los niveles de la sociedad.

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