No quedó ni una silla libre este sábado en el Restaurante Santa Gertrudis. El cartel de «completo» fue una realidad con 200 personas, el límite máximo que permitía el aforo del local, que se reunieron alrededor de las mesas respondiendo a la llamada de las parroquias de Santa Gertrudis y Sant Miquel. El objetivo no fue otro que celebrar una comida solidaria a favor de Manos Unidas.
Mientras los camareros servían, el párroco Álvaro González ejerció de anfitrión y explicó el sentido de este encuentro multitudinario. Tal y como recordó el sacerdote entre las mesas, al igual que Cáritas funciona como ayuda para la gente local, Manos Unidas se centra en los de fuera, en apoyar a los países en vías de desarrollo.
El menú elegido para la ocasión fue el clásico de los domingos ibicencos. Los comensales empezaron con una ensalada, siguieron con la paella y cerraron el almuerzo con una orelleta de postre.
María, una de las asistentes que acudió junto a su grupo de amigas, comentaba el espíritu de la convocatoria minutos antes de sentarse a la mesa: «Al final vienes por la causa, para colaborar con Manos Unidas, pero también para juntarse con todo el pueblo».
La organización de un evento para 200 comensales fue posible gracias a una red de solidaridad local que funcionó a la perfección. Según detalló el párroco, muchas empresas de la zona se volcaron donando el género necesario para el banquete, desde los licores y las verduras, hasta la carne y el material para el arroz.
Todo lo recaudado con los tickets tendrá un destino lejano pero vital. Esta ONG de la Iglesia Católica, que se fundó hace unos 60 años, destinará los fondos a proyectos básicos en el Tercer Mundo, como la construcción de pozos, escuelas, dispensarios o programas de promoción de la mujer.
La jornada no terminó con el café. Para aumentar la recaudación final, se organizó también una rifa con pasteles y regalos variados. Aunque en otros pueblos estas citas a veces logran reunir a más gente, en Santa Gertrudis el tope lo marcó el espacio físico del restaurante, que este sábado demostró que el pueblo responde cuando se trata de echar una mano a miles de kilómetros de distancia.