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Al rico chocolate en las fiestas de Sant Rafel

Como cada año, el colegio de Sant Rafel vivió una mañana de fiesta, entre juegos y chocolate caliente

Los más pequeños tomaron su chocolate con galletas sentados tranquilamente en el patio.

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Al director del Colegio Público de Sant Rafel, Leopold Llombart, casi no le alcanza la memoria para recordar desde cuando se celebra en este centro la tradicional chocolatada que cada año coincide con los festejos dedicados al patrón del municipio. «Yo estoy aquí desde hace 23 años y ya entonces se hacía», comentaba. 250 alumnos, desde infantil hasta 2º de ESO, pudieron saborear a la hora del recreo el chocolate caliente preparado por cuatro madres voluntariosas: Toñi, Eulalia, Cati y Pepita. A las 09'00 horas se habían reunido en casa de una de ellas para ponerse manos a la obra: alrededor de 70 litros de deliciosa mezcla que posteriormente trasladaron al colegio para repartirlo entre lo chavales.

«Más vale que sobre que no que falte», decía una de las madres. Y de hecho, casi todos repitieron y las tinajas de chocolate fueron descendiendo lentamente. Incluso algunos ex alumnos aprovecharon esta jornada para visitar de nuevo su antiguo colegio. Los más pequeños, de tan sólo tres años de edad, sorbían de sus vasos y mordían las galletas a la vez que entonaban canciones tan oportunas como 'La chocolatera'. El resto corría por el patio e intentaban complementar los juegos y el almuerzo, con la consecuencia de que la ropa y las caras acabaron embadurnadas de la dulce golosina.

Alexandra y su hermana Ninoska emigraron recientemente desde Venezuela y cursan su primer año en el colegio. Ayer disfrutaron, entre sorprendidas e incrédulas, de la fiesta matutina. «Allí no se hace nada parecido; además, yo nunca había probado el chocolate así, caliente», decía Alexandra. A la chocolatada le siguieron tres horas de juegos al aire libre en los que participaron todos los cursos. Atravesando un 'gomódromo' los alumnos aprendían a reciclar distintos materiales.

En la otra punta del patio los más tranquilos se entretenían con juegos de mesa como el ajedrez o la oca mientras al lado sus compañeros hacían carreras de sacos, daban vueltas sin cesar con el juego de la silla o se divertían con un artesanal tablero de la oca. A las 14'00 horas los niños abandonaron el centro, pero en el suelo quedaron las señales del opíparo desayuno.

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