Entre Phuket y la zona continental de la playa de Kaolat podría
haber aun alrededor de tres mil cadáveres si reconocer, asiáticos
más de la mitad de ellos. Estos están almacenados en unos
contenedores de metal instalados en uno de los laterales de la
plazoleta principal del templo budista de Yan Hao, que en los
primeros días de la tragedia del 26 D se convirtió en la morgue más
importante de las dos o tres que se tuvieron que improvisar. Por su
parte, los despojos de los occidentales, metidos en sacos de
plástico y también almacenados en contenedores, se encuentren en la
denominada DVS, cerca de Sai Icha Beach, junto al puente que une
Phuket con la Tailandia continental.
Todo esto pude averiguarlo a raíz de una serie de gestiones que
hice respecto al paradero del ibicenco Manel Vila, desaparecido
hasta la fecha. Según mis noticias, su esposa, acompañada por el
cooperante ibicenco Nicolás Serra, anduvo en la zona intentando dar
con él, o cuando menos saber cuál había sido su futuro, pero fue en
vano. Nadie supo aportarle ningún dato. Igual que a nosotros, que
iniciamos las gestiones en el hospital del centro de Phuket, en
cuyo panel de la entrada, plagado de fotos de desaparecidos, no
figura la de él. En cambio sí están las de dos españoles, padre e
hijo. Indagamos en el hospital, pero no conseguimos apostar ningún
dato nuevo. Sólo nos facilitaron la lista de fallecidos.
Las pesquisas nos llevaron hasta el templo de Yan Hao, para lo que
tuvimos que abandonar la isla. Dicho lugar, por decirlo de algún
modo, está dividido en tres partes: corredor de los horrores,
centro de identificación y morgue. Miramos y remiramos, pero
ninguno nos parece Vila. Por otra parte, seguro que tampoco le
hubiéramos reconocido. Dejamos el corredor y seguimos indagando,
ahora en el centro de identificación donde el vicegobernador nos
aclara que «aquí sólo están los asiáticos. Vaya al DVS y pregunte.
Allí están los europeos».
Antes de abandonar el lugar, nos acercamos hasta el muro de color
blanco que se ha levantado en la parte de atrás en recuerdo de las
víctimas del tsunami. Es una pared alargada, sobre la cual emergen
banderas separadas entre si por la misma distancia. Son las
banderas de los países que el tsunami se cobró víctimas. La
española está al lado de la sueca, que por lo visto -Suecia- es la
que ha tenido más de todas, unas 500.
De regreso al aparcamiento, y al pasar por delante de los
contenedores, vemos que uno de ellos tiene la puerta abierta y que
dos o tres personas, vestidas de blanco y con mascarillas, esperan.
El olor se hace insoportable. Por aquel negro orificio aparecen
otros dos hombres, también con bata blanca, portando un saco del
mismo color que contiene un cadáver, que depositan sobre una
camilla. Se acercan otras personas, todas con mascarilla. Los
forenses abren el saco y aparece el cadáver. Hinchado,
irreconocible, completamente congelado. ¡Dios, que terrible es la
muerte! Pero peor es la burocracia que no permite descansar a los
muertos mientras no se aclare quiénes son, muertos que, un segundo
antes de que llegara la ola, eran los seres más felices, que
acababan de disfrutar la Navidad, que se disponían unos a bañarse,
otros a pasear, otros a volver a casa, y todos, ajenos al fin que
les aguardaba.
En el pasillo de los horrores
Ultima Horallega a la playa de Kaolat, el lugar donde desapareció Manel Vila,del que todavía no hay noticias