Una de las finalidades del taller de caligrafía medieval que se lleva a cabo estos días en la sede pitiusa de la UIB es que los alumnos se den cuenta de la dimensión de escribir un libro en la Edad Media, una tarea costosísima, que en un primer momento sólo estaba permitida a los monjes y que requería muchísimo tiempo y concentración. «El taller sirve para valorar el hecho de escribir», explica la especialista Paz Alomar, que es la encargada de impartir este curso y que afirma que cuando se escribe con ayuda de una pluma y con este tipo de caligrafía se entra «en una dinámica del tiempo totalmente diferente». En su opinión, sólo se puede escribir como lo hacían los monjes en la Edad Media con mucha calma, ya que «la velocidad está reñida con la caligrafía medieval».
El taller, que tiene una duración de 20 horas y abarca dos fines de semana, comenzó el viernes con una introducción general en la que se explicó a grandes rasgos la historia de la escritura. «Lo primero que se les enseña es la caligrafía uncial, que es la que adoptó el cristianismo para diferenciarse de los romanos», explica Alomar. Este tipo de letra, que estaba reservada a los religiosos, es el que han estado aprendiendo durante este primer fin de semana de curso. «Hoy todos somos monjes», bromea la profesora.
La semana que viene se abordará la gótica textura, que se comenzó a emplear en el siglo XII. «Esta última caligrafía surgió cuando se produjo una mayor demanda de libros y los monjes no dieron abasto, con lo que comenzó a dejarse esta tarea también en manos de calígrafos», aclara Alomar.
C. Roig