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Sol, viento y hojas de palmera

Sant Vicent de sa Cala celebra su día grande con procesión, 'ball pagès' y 'bunyols'. Por la noche hubo magia y verbena popular

Hojas de palmera y guirnaldas de colores sirvieron ayer para decorar la ya de por sí bonita iglesia de Sant Vicent de sa Cala, probablemente el pueblo más recóndito de Eivissa. Tanto, que hay muchos ibicencos que no lo han pisado nunca. «Es uno de los pueblos más pequeños, debemos ser unos 200 o 300 habitantes», explicó ayer el concejal de Esports i Joventut del municipio, Iván Torres, que excusó la ausencia del alcalde, Antoni Marí, que tuvo que atender sus obligaciones como senador en Madrid.

La fiesta contó con la asistencia de más de un centenar de personas, que asistieron en masa a la santa misa que ofreció el obispo, Vicente Juan Segura, que alargó el oficio durante más de una hora y resaltó al final del mismo que se había tratado de una celebración especial para él, debido en parte a que era su santo.

Después de la misa se procedió, como es tradición, a la procesión y al posterior ball pagès, que corrió a cargo de la Colla de Labritja. Mientras tanto, un buen puñado de hombres endomingados repartieron orelletes y bunyols entre los asistentes. Unos bunyols, por cierto, que tienen fama de ser de los más sabrosos que se reparten en las fiestas patronales de toda la isla.

Entre el público, muchos oriundos, pero también algunos turistas, encantados de haberse encontrado con semejante celebración y poder apreciar en primera persona las tradiciones más arraigadas de las Pitiüses. También se acercaron algunos políticos, como la consellera de Participació Ciutadana, Carmen Domínguez, o el diputado Enrique Fajarnés.

El día grande continuó por la tarde con la actuación del mago Alexis y con una velada popular a cargo de la orquesta «Havana», que amenizó a los asistentes con ritmos cubanos. La fiesta se coronó con un castillo de fuegos artificiales.

C.R.

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