Cuenca, libran estos días una lucha gramatical: «Éstas son las casas colgadas, no colgantes», repite Guillermo de León, el guía del grupo, refiriéndose a uno de los lugares más fotografiados de la Ciudad de Cuenca.
El pasado viernes fue el día elegido para visitar el grueso del patrimonio monumental de la ciudad. Según el propio Guillermo, lo que otorgó a Cuenca este reconocimiento de la UNESCO en 1996 fue sobretodo: «la peculiar ubicación de la ciudad, la integración con el medio ambiente, lo que la convierten en una ciudad paisaje y el buen estado de conservación del conjunto de su núcleo urbano». Es decir, se valoró el buen estado tanto de los monumentos como de los edificios de arquitectura popular cuya antigüedad de edificación, en un 90%, es anterior a 1900. Este reconocimiento internacional ha tenido una gran repercusión en toda la provincia, que ha visto incrementar sustancialmente el número de turistas mientras que la oferta hotelera se ha mantenido estancada. Por este motivo, la ciudad pretende aumentar las plazas de alojamiento y atraer a más turistas durante los días laborables.
La visita del grupo ibicenco comenzó en el barrio del castillo, en la parte alta de Cuenca. El peculiar enclave de esta ciudad (está en la Hoz del río Huecar) permitió a los visitantes de disfrutar de una vista panorámica maravillosa, donde no pararon de hacerse fotos. Fue en este barrio donde se gestó el tradicional villancico de «La Marimorena», fruto de un divertido episodio real que ocurrió en este barrio durante los carnavales que se celebraban durante la noche de Nochebuena. Al parecer, una vecina del barrio, María Moreno, quedó algo perjudicada por el alcohol y abandonó la iglesia agarrada del brazo de dos alguaciles, hecho que provocó que sus vecinos le dedicaran una chirigota de la que tan sólo ha llegado a nuestros días el estribillo del citado villancico.
Tras esta divertida anécdota, el grupo se dirigió a explorar las calles que se encuentran tras la muralla, de la cual sólo se conserva una única pared. En el barrio de San Miguel, con vistas a la Hoz del Júcar, los viajeros pudieron disfrutar de un agradable paseo por uno de los barrios más pintorescos de la ciudad y de la vista de la Ermita de las Angustias, donde la leyenda dice que el diablo se aparece a altas horas de la noche. Y curiosamente, siempre en forma de mujer. Este barrio hace gala de haber acogido entre sus calles a figuras tan ilustres como el pintor Velázquez y el cantautor José Luis Perales.
Arquitectura para disfrutar
Posteriormente, el grupo visitó la Plaza Mayor, donde se encuentra la peculiar catedral gótica. Y es que las continuas ampliaciones que ha sufrido la convierten en un lugar donde se mezclan varios estilos góticos, el francés y el flamingo, y donde los arcos han tenido que deformarse para salvar el desnivel de los acantilados que la rodean. Lo más impactante de esta edificación, que no se caracteriza por unas espectaculares dimensiones, es el doble órgano, algo parecido al actual estéreo, y la reja de forja, que tardó tres años en ser completada por un equipo de siete personas. Tras esta visita, el grupo se dirigió a la que fue la última visita de la jornada, el museo de la casa episcopal.
El sábado, el grupo se dirigió a La Mancha de Cuenca y la Alcarria donde visitó el Monasterio de Uclés, declarado Monumento Nacional. Se trata de uno de los edificios monásticos de mayor tamaño de todo el conjunto nacional, conocido como el Escorial de La Mancha. El que fue la sede central de la orden de Santiago, conserva todavía un aire de misticismo que lo convierte en una parada obligatoria para todos los visitantes de la región. La fachada central, el patio interior y la capilla maravillaron a la expedición, que seguía las explicaciones sobre las batallas que libró la orden con gran expectación. Allí, todavía se conservan los símbolos tradicionales de la orden, como las conchas, en homenaje al origen gallego de su fundador, y réplicas de trajes que usaban los caballeros de la orden en sus numerosas batallas.
Laura Tur
Enviada especial
a Cuenca