l 29 de abril de 2007 nacía en Madrid Sofía de Todos los Santos de Borbón y Ortiz, la segunda hija de los Príncipes de Asturias, don Felipe y doña Letizia. Ese mismo día también venía al mundo en Eivissa una pequeña perra de raza Yorkshire, que su dueño decidió bautizar con el nombre de la Infanta «en honor a la Casa Real».
Seis años después, el pequeño animal se convirtió en la gran estrella de la bendición de animales que se celebra anualmente en Sant Antoni con motivo del día de la festividad de San Antonio Abad. Uniformada con un pequeño abrigo de visón y un simpático sombrero rojo, Sofía fue el centro de atención de muchos de los que acudieron ayer a esta localidad.
«Está acostumbrada a que le hagan fotografías porque ya ha desfilado en grandes eventos, como el Rastrillo Nuevo Futuro que se celebró en noviembre en Madrid y donde pasó por las manos de Vicente del Bosque, la infanta Pilar o María Grajal», explicaba orgulloso su dueño, el artista ibicenco Toni Riera Campos.
Cumplía cuatro meses ayer
Y mientras Sofía fue la gran protagonista entre los animales, entre los humanos buena parte de las miradas fueron a parar a Josep. Este pequeño, que cumplía cuatro meses ayer mismo, no tuvo ningún miedo en desfilar con sus padres en uno de los siete carros de barana que circuló por el paseo marítimo hasta la puerta del Ayuntamiento para recibir la bendición por parte del obispo de Eivissa y Formentera, Vicente Juan Segura.
Uniformado con un pequeño pañuelo al estilo pagès el pequeño demostró ser todo un valiente, aguantando con compostura y sin derramar una lágrima cómo caía el agua bendita sobre su cabeza y cómo decenas de flashes se empeñaban en fotografiarle como si se tratara de un bebé de algún personaje famoso.
Tras dejarle descansar y ver como desfilaban los carros, cuatro caballos y un simpático carricoche con un pony, llegó el turno de que las cerca de dos mil personas presentes en la zona del paseo marítimo acercaran su animal hacia el lugar de la bendición. Fueron muchos los que acudieron a la cita y durante más de media hora, Vicente Juan Segura se tuvo que emplear a fondo para que el agua bendita que salía de su hisopo pudiera llegar a los muchos animales presentes.
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